Alborada del gracioso
Ravel vio la primera luz en los Pirineos franceses, en una pequeña localidad muy cercana a la frontera con España, específicamente con la región de la Vasconia (Euskal Herria en vasco). Además, parte de la sangre que corría por las venas de Ravel era vasca: su madre era de origen vasco y se crecido en Madrid. Arbie Orenstein (n. 1937) señaló en su biografía de Ravel: “Entre sus primeros recuerdos se encontraban las melodías populares españolas que su madre le cantaba y, a través de ella, heredó el amor por el País Vasco, su gente y su folclor, así como una profunda simpatía por la música de España.” Por su parte, Manuel de Falla (1876-1946) dijo: “La España de Ravel fue una idealmente presentada por su madre, cuya refinada conversación, siempre en un excelente español, me deleitó, particularmente cuando recordaba sus años de juventud en Madrid.”
En el recuento de aquellas músicas con evidente sabor español en el catálogo de Ravel, encontramos:
- Habanera (1895), para dos pianos
- Vocalise-estudio en forma de habanera (1907), para voz y piano
- Rapsodia española (1907), para orquesta
- Chanson espangole (1910), para voz y piano
- La hora española (1911), ópera
- Pieza en forma de habanera (1921-26), para diversas combinaciones instrumentales –violín, chelo, clarinete, flauta- y piano
- Bolero (1928), para orquesta
- Don Quijote para Dulcinea (1932-33), ciclo de canciones para barítono y piano u orquesta
Alborada del gracioso, con una generosa carga española, es originalmente la cuarta de cinco piezas de una suite llamada Miroirs (Espejos), concebida para piano entre 1904 y 1905. Cada una de las piezas de esta suite está dedicada a un miembro específico del círculo intelectual conocido como “Los apaches”; en el caso específico de la Alborada, Ravel la dedicó a uno de sus más cercanos amigos, el musicólogo greco-franco-británico Michel Dimitri Calvocoressi (1877-1944). Miroirs fue estrenada por otro integrante de “Los apaches”: el pianista español Ricardo Viñes (1875-1943).
Ravel orquestó la Alborada en 1918 convirtiéndose rápidamente en una de sus piezas más gustadas por público y orquestas, seguramente por el impresionante despliegue de colorido orquestal que supo delinear para la partitura. Alborada del gracioso inicia con una reminiscencia del rasgueo de una guitarra que introduce el ambiente general de la pieza: las “alboradas” son serenatas matutinas típicas de Galicia con la que se advertía a los amantes de la proximidad del amanecer para que disminuyan sus pasiones y comiencen la retirada. Y ¿quién es el “gracioso” en cuestión? Generalmente, un “gracioso” era el bufón al servicio de la casa de algún noble español que, en el caso de esta Alborada, es quien ejecuta la serenata para despertar a los amantes. Justo es decir que las “alboradas” también son utilizadas para iniciar un día festivo u homenajear a la novia al despertar en el día de su boda.
Alborada del gracioso es una suerte de rapsodia que contiene una extensa canción enmarcada por los momentos danzados. Para aproximarnos a la idea del bufón protagonista, Ravel exagera al extremo los ritmos españoles, en la parte central satiriza una suerte de canto fúnebre y concluye con una gran carcajada orquestal.
Fue estrenada el 17 de mayo de 1919 con la Orquesta de Conciertos Pasdeloup dirigida por Rhené-Baton (1879-1940) en Paris. Vale la pena decir que esta pieza, junto a la orquestación que hizo Ravel del Menuet pompeux de Emmanuel Chabrier (1841-1894) y la Pavana de Gabriel Fauré (1845-1924) fueron tomadas por Sergei Diaghilev (1872-1929), director de los Ballets Rusos de París, para presentar la coreografía Las meninas (inspirada en los cuadros de Velázquez [1599-1660]) y que se estrenó en el Teatro Alhambra de Londres en agosto de 1919, como un homenaje al rey Alfonso XIII de España (1886-1941).
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Descargas disponibles:
MÚSICA (versión original para piano)
Versión: JORGE FEDERICO OSORIO, piano
Versión: ORQUESTA SINFÓNICA DE MONTREAL. CHARLES DUTOIT, director.