WILLIAM SCHUMAN (1910-1992)

Concierto para violín y orquesta

  • Allegro risoluto
  • Introduzione
  1. Revelación

Fue a mediados de 1980 que la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh visitó la ciudad de México para ofrecer varios conciertos (todos memorables) en el Teatro de la Ciudad, la Sala Nezahualcóyotl y el Auditorio Nacional. En el primero de ellos tocaron el Segundo concierto para piano de Prokófiev (con el solista Horacio Gutiérrez), la Suite de El pájaro de fuego de Stravinski y una obra que, para mí, era totalmente desconocida. El programa de sala (austero pero elegante) informaba que se tocaría la Obertura Festival americano de Schuman. ¿Robert Schumann? ¿Pero qué demonios tenía que hacer el maestro Robert en América en el siglo XIX? Lo que me confundió más es que el apellido Schuman estaba escrito con una N y no con dos. Y al revisar las breves notas informativas del programa encontré una breve ficha (como sacada de monografía infantil) de quién había sido Robert Schumann, pero sobre la extraña Obertura no aparecía explicación alguna.

William Schuman (Fotografía propiedad de TIME)

El concierto estaba por comenzar. El director huésped era Eduardo Mata, quien salió al escenario del Teatro de la Ciudad, empuñó su batuta y ofreció a quienes estábamos ahí la Obertura de un Schuman que sonaba muy lejano al romanticismo alemán del siglo XIX. A la salida del Teatro en cuestión, me atreví a abordar a uno de los músicos de la orquesta (me parece recordar que era un cornista) y le pregunté con mi típica desfachatez de adolescente de qué Schuman era esa obra. Y con una sonrisa (carcajada incluida) me dijo: “Ah, debes estar confundido. Es William Schuman, no Robert, como lo dice el programa…”

(Ajá, ah, bueno, ok, gracias, hasta luego, adiós, bye.)

Sinceramente no entendí absolutamente nada, más aún al escuchar la que era una obra impregnada de síncopas, con claro ambiente estadounidense y deslumbrante brillantez en los metales; no sabía quién era el tal Sr. Schuman (así, con una sola N al final).

Algunos años después visité, mochila al hombro y unos 900 dólares en la bolsa, la ciudad de Nueva York. Y en uno de esos días en que uno tiene cientos de experiencias distintas en aquel maravilloso lugar me topé con una casa donde venden partituras y libros sobre música (la célebre Joseph Patelson Music House), a espaldas de Carnegie Hall y muy cerquita del célebre antro Studio 54. Dos horas después de enloquecer dentro de ese local terminé con poquísimo dinero; ahí fue donde compré mis dos primeras partituras de autores estadounidenses: Appalachian Spring de Copland y la Circus Overture de quién creen: William Schuman. Desde entonces se formó en mí una especie de admiración morbosa por todo lo que fuera o hiciera referencia a aquel Schuman. Y mientras tuve oportunidad de regresar a la Nueva York a abastecerme de discos y libros, así como asistir a cuanto concierto hubiera alrededor, uno de mis lugares favoritos se volvió Tower Records junto al Lincoln Center o su sucursal en el Soho, donde había un repertorio clásico de verdadera locura (por eso de pronto añoro esas últimas décadas del siglo XX). Mucho del repertorio que aún conservo con la música de Schuman lo compré, precisamente, en esas tiendas.

Caricatura de Schuman realizada por el célebre dibujante de artistas Al Hirschfeld

2. Santo y seña

Desafortunadamente para el público mexicano este compositor puede ser totalmente desconocido. Por ello es prudente dar santo y seña de quién fue este compositor: William Howard Schuman nació en Nueva York en 1910. Estudió música con Max Persin y Charles Haubiel. Se gradó de la Universidad Columbia y prosiguió su formación con el compositor Roy Harris de 1936 a 1938. Entre 1935 y 1945 impartió clases en el Sarah Lawrence College y más tarde fue nombrado presidente de la Escuela Juilliard de Nueva York, cargo que ocupó de 1945 a 1962. Años después fue Presidente del Lincoln Center for the Performing Arts y en 1970 fue igualmente Presidente del directorio Videorecord Corportation of America.

Entre sus obras más destacadas podemos contar un Concierto para piano y orquesta (1938-1942); la Obertura Festival americano (1939); Prayer in the Time of War (1943); un Concierto para violín y orquesta (1947, 1956, 1959); el Tríptico de Nueva Inglaterra, basado en melodías de William Billings (1956); A Song of Orpheus (1961); Tres coloquios para corno y orquesta (1979); On Freedom’s Ground, escrita para conmemorar el centenario de la Estatua de la Libertad (1985), ocho Sinfonías (aunque en su catálogo encontramos la última como número 10 –e intitulada American Muse-, es prudente decir que las dos primeras Sinfonías que compuso él decidió posteriormente retirarlas), así como diversas piezas sinfónicas y de cámara. Quiero imaginar que Schuman también poseyó un extraordinario sentido del humor, pues entre sus obras encontramos los Mail Order Madrigals (1972) que incluye textos de un catálogo de 1897 de la famosa cadena de tiendas departamentales Sears Roebuck, y la ópera The Mighty Casey (1953), basada en la novela Casey at the Bat y que refleja la enorme pasión que Schuman le tuvo desde niño al beisbol.

Portada de la partitura de The Mighty Casey

Y ahora, un poco de trivia: ¿Sabía usted que en su tierna juventud a Schuman le tenía sin cuidado la música de concierto? Fue gracias a su hermana quien lo llevó a regañadientes a un concierto de la Filarmónica de Nueva York con Arturo Toscanini que el joven Schuman encontró su verdadera vocación. Ya para entonces él había escrito unas doscientas canciones de corte popular, por lo que esa revelación artística le provocó ponerse a estudiar seriamente y dejar todo lo que ya había emprendido en su entonces corta edad cronológica (él estudiaba la carrera de Negocios en la Escuela de Comercio de la Universidad de Nueva York). Su Segunda sinfonía le fue recomendada a Serge Koussevitzki (entonces director de la Sinfónica de Boston) por Aaron Copland como “el hallazgo musical del año”. Más tarde, en 1941, Koussevitzki estrenó su Tercera sinfonía.

3. Concierto para violín

Partitura del Concierto para violín de Schuman

William Schuman gustaba autodefinirse como “un sinvergüenza compositor romántico”, al tiempo en que describió a su Concierto para violín como una obra “muy romántica”.

Esta pieza pasó por circunstancias que se han repetido en el ámbito de las más célebres partituras para violín y orquesta: por un lado, el intérprete para quien fue pensada nunca la estrenó y, por otro, resultó que aunque el público la recibió con entusiasmo en su estreno no ocurrió lo mismo con su propio creador, quien tuvo la partitura en su escritorio durante años antes de que se convenciera con su forma definitiva. El violinista que solicitó el Concierto a Schuman fue Samuel Dushkin, el mismo que también recibió las dedicatorias de los Conciertos para violín de Stravinski y Rodolfo Halffter. La solicitud le llegó al compositor a mediados de la década de los cuarenta y el violinista fue muy claro al señalar que sólo estrenaría la obra con la Sinfónica de Boston y su entonces director Koussevitzki (¡qué hábil! ¿no?). Para mala fortuna de todos la fecha del estreno fue aplazada una temporada por lo que para cuando todo estuvo listo Koussevitzki ya se había retirado del puesto, siendo sucedido por Charles Munch. Así, el solista en el estreno –el 10 de enero de 1950- fue Isaac Stern. Como señalé antes, Schuman no estuvo convencido con el resultado final de la partitura, por lo que la sometió a revisión y seis años después estuvo listo para que Stern la re-estrenara en un Festival de música americana en la Escuela Juilliard; pero la versión definitiva de la obra se presentó hacia 1959 en el Festival de Aspen con un violinista distinto: Roman Totenberg.

Es interesante encontrar un paralelismo de este Concierto con la Tercera sinfonía (1941) del propio Schuman –por mucho, una de sus piezas maestras-, en el sentido de la orquestación virtuosa, el extraordinario uso de los timbales y, algo típico de este autor, su impresionante capacidad para confeccionar movimientos fugados. Pero también en el Concierto para violín habitan la vena lírica del compositor, la introspección y la intensidad rítmica propia de un lenguaje muy personal, afirmativo y exuberante. Quiero imaginar que existe sólo una coincidencia entre esta música de Schuman y la de Leonard Bernstein, ya que en el primer movimiento se escucha un tema “asquerosamente” parecido al de María de West Side Story y que es reiterado una y otra vez. ¿Sería porque ambos eran amigos, o porque mi oído es muy injurioso?

4. El destino

William Schuman falleció el 15 de febrero de 1992. Exactamente un mes antes de este triste acontecimiento yo me encontraba en la ciudad de Nueva York en el departamento de un amigo muy querido, Phillip Ramey, extraordinario musicólogo, compositor, además de haber sido secretario personal y confidente de personalidades como Bernstein y Samuel Barber. Ese día charlamos durante horas mientras una tormenta azotaba la ciudad. Yo le pedí el teléfono de William Schuman pues añoraba conversar, aunque fuera por un momento, con ese compositor de cuya música me enamoré por un afortunado accidente. Phillip me dijo: “Es mejor que no le llames ahora. El Maestro está en silla de ruedas, enfermo y muy cansado. ¿No prefieres hablar con David del Tredici o David Diamond?” Las sugerencias fueron aceptadas, las entrevistas realizadas; y después de tan interesante conversación con Ramey salí corriendo a Broadway y la calle 98 para deleitarme con un exquisito lunch “thai” junto a otro respetado amigo: el clarinetista Todd Palmer.

Así, nunca le llamé a William Schuman. Estuve casi a centímetros de estrechar su mano y conversar con él. Un mes después me enteré de su muerte. No estaba escrito que lo conociera.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Mi hoy amarillenta partitura de Circus Overture

Descarga disponible:

William Schuman: Concierto para violín y orquesta

Versión: Robert McDuffie, violín. Orquesta Sinfónica de Saint Louis. Leonard Slatkin, director