ANTONÍN DVORÁK (1841-1904)

Sinfonía No. 6 en re mayor, Op. 60

  • Allegro non tanto
  • Adagio
  • Scherzo – Furiant: Presto
  • Finale: Allegro con spirito – Presto
Antonín Dvorák en 1880, año de composición de su Sexta sinfonía

Antonín Dvorák en 1880, año de composición de su Sexta sinfonía

El auge del nacionalismo que se extendió por Bohemia en la segunda mitad del siglo XIX llevó a Antonin Dvorák a la fama. Se convirtió, en poco tiempo, en el primer compositor de su país que alcanzó reconocimiento internacional. En sus obras tempranas Dvorák hacía eco del romanticismo alemán, particularmente de Wagner. Sólo cuando empezó a considerar su música como heraldo de sus sentimientos nacionales fue que finalmente logró una voz individual.

Vladimir Herfert ha destacado la importancia del compositor para su país y en el contexto de la música en general: “En él, la música bohemia halló a un genio de espontaneidad frontal.” Y en cuanto al rango en que el musicólogo Donald Francis Tovey situaba a la Sexta sinfonía, basta con decir que la consideraba sólidamente al lado de las cuatro Sinfonías de Brahms y de la Novena sinfonía de Schubert, “las más grandes compuestas después de Beethoven”.

Dicha Sexta sinfonía la escribió Dvorák entre el 27 de agosto y el 15 de octubre de 1880. Esos eran los tiempos en que el compositor gozaba de una indudable reputación en las principales capitales europeas y hasta en los Estados Unidos. Su nombre era bien conocido gracias a las profusas interpretaciones que se hacían de sus Danzas y Rapsodias eslavas. Muchos han señalado que quizá fue por ese repentino éxito (y la asociación que de él hacían músicos y públicos como un autor netamente nacionalista bohemio) que para su Sexta sinfonía Dvorák decidió concebirla con una importante carga de sentimiento eslavo, sin dejar atrás el refinamiento que rubricó en muchas de sus partituras. Para más señas, el tercer movimiento de esta Sinfonía es un furiant, una danza folklórica bohemia de contornos exuberantes que utiliza alternadamente compases de 2/4 y ¾, con lo cual queda perfectamente definido el carácter general que Dvorák deseaba dar a su partitura.

El célebre director de orquesta Hans Richter, dedicatario de la partitura de la Sinfonía No. 6 de Dvorák

El célebre director de orquesta Hans Richter, dedicatario de la partitura de la Sinfonía No. 6 de Dvorák

La historia de cómo surgió la Sexta de Dvorák se remonta al 24 de septiembre de 1879. Aquel día la Orquesta Real de Prusia estrenó la Tercera rapsodia eslava de Dvorák bajo la dirección de Wilhelm Taubert, provocando en el público una instantánea y furibunda recepción. Entre los asistentes se encontraba el eminente Hans Richter, quien en aquellos tiempos era el director de los conciertos de la Filarmónica de Viena. Ni tardo ni perezoso, Richter (quien por cierto recibió la dedicatoria de la Sexta sinfonía) solicitó dicha Rapsodia de Dvorák para estrenarla en Viena, y paralelamente solicitó al compositor le escribiera una nueva Sinfonía, que estuvo lista en menos de un año. Sin embargo, los vientos políticos no soplaban a favor de los bohemios en el otrora Imperio austro-húngaro, por lo que Richter, al contar con la flamante partitura de la Sexta sinfonía, se llevó la música bajo el brazo para organizar su estreno en Praga, lo cual ocurrió con la Filarmónica de aquella ciudad dirigida por Adolf Céch el 25 de marzo de 1881, en una sala de conciertos construida en la isleta de Zofin, en el río Moldau (Moldavia). Este director Céch conocía muy bien a Dvorák pues habían sido compañeros en la sección de violas de la Orquesta Cecilia y posteriormente se convirtió en director del Teatro Nacional; a Céch también le tocó el honor de estrenar las Sinfonías 2 y 5 de su colega.

Resulta muy curioso notar cómo los vieneses despreciaron de tal manera la nueva música de Dvorák, tan sólo por considerarlo “un pobre, desconocido, inexperto bohemio”. Estamos seguros que (como sigue ocurriendo hasta la fecha) los preceptos raciales de los integrantes de la Filarmónica de Viena y de la sociedad austríaca entera tuvieran más influencia para no hacer escuchar una música que –tal parece no se percataron- estaba totalmente enraizada en la tradición germana y austríaca del género sinfónico. Si escuchamos atentamente la Sexta de Dvorak, nos daremos cuenta que ésta es un reflejo muy fiel y exquisito de la Segunda sinfonía de Johannes Brahms, a quien Dvorák idolatraba y en algún momento siguió todos sus consejos (básicamente cuando el compositor bohemio concibió su Séptima sinfonía en 1884). Tanto en la Sexta de Dvorák como en la Segunda de Brahms encontramos un ambiente bucólico y, de hecho, hasta la misma tonalidad: re mayor.

La Sexta de Dvorák fue publicada como Primera sinfonía en Berlín en 1882 por el editor Simrock (editor, también, de la música de Brahms, y quien le fuera presentado al bohemio por el autor del Réquiem alemán). Rica en temas y transformaciones melódicas, como era característico en Dvorák, tiene también la típica modulación libre y armonía compleja que usaba en gran autor bohemio, pese a la lírica clásica de la escuela de Leipzig adoptada para su plan general. La jovial dulzura y sincera y sencilla inspiración se contraponen de un modo estilísticamente magistral a la exquisita técnica con que Dvorák realizó su Sexta sinfonía.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descarga disponible:

Antonín Dvorak: Sinfonía No. 6 en re mayor Op. 60

Versión: Orquesta Sinfónica de Londres. István Kertész, director.

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756-1791)

Obertura a La clemencia de Tito, K. 621

Mozart en edad "madura"

Mozart en edad «madura»

La ópera La clemencia de Tito data del último año de vida de Mozart y constituye su última aportación a este género. Ella surgió como respuesta a una comisión que le hiciera la ciudad de Praga (tan querida por este músico y que le dio la gloria al estrenarse su ópera Don Giovanni en 1787) para celebrar la coronación del rey de Bohemia el 6 de septiembre de 1791.

Para esa ocasión, se le “ordenó” a Mozart que escribiera su nueva ópera a partir de la figura de Tito, emperador romano, lo cual es comprensible dado que era importante se ensalzara la figura del rey por medio de un personaje bueno, generoso y gran estadista. Para lograr tal proyecto, se le proporcionó a Mozart un texto original de Metastasio que fue revisado por Caterino Mazzola una y otra vez. Ello se debió a que el texto de Metastasio era complicado y había que conformar escenas de ensamble que reemplazaran algunas arias.

Así, La clemencia de Tito se convirtió en una ópera seria en la tradición del Idomeneo mozartiano, escrito diez años antes.  Es debido a este carácter que la última ópera de Mozart no ha recibido la difusión que han tenido sus óperas bufas como Las bodas de Fígaro o Così fan tutte, aún su fantástica Flauta mágica. En La clemencia de Tito encontramos un ambiente dramático y con un diseño genial, como al finalizar el primer acto, donde los cantantes y el coro son combinados en un ensamble de gran calibre y belleza.

Primera página del manuscrito de la Obertura a La clemencia de Tito de Mozart

Primera página del manuscrito de la Obertura a La clemencia de Tito de Mozart

El asunto de La clemencia de Tito versa sobre el deseo del emperador romano por contraer nupcias con Berenice, hija de Agrippa I de Judea, todo ello acompañado por los extrovertidos celos de Vitellia quien está enamorada de Tito y planea acabar con él antes de verlo en brazos de otra mujer. La conspiración es planeada por ella y Sextus -quien, por si fuera poco, tiene afectos secretos por Vitellia-; Sextus decide prender fuego al Capitolio donde se supone fenece Tito. Para mala fortuna de los malhechores, alguien ajeno a todo este asunto portaba la capa del emperador (!!!) y por ese error se creyó que Tito había sido aniquilado, pero el emperador andaba tan tranquilo (“vivito y coleando” reza la voz popular). Sextus es sentenciado a muerte pero el emperador romano, tan bondadoso él, decide perdonar a los villanos en un final propio de un cuento de hadas.

Debido a este tema, Mozart confeccionó para Tito una música de gran majestad con instrumentación fascinante. La Obertura de esta ópera es, además de la síntesis sonora de los acontecimientos trágicos y felices, una de las piezas más exquisitas de todas las que haya escrito el compositor de Salzburgo.

Vale acotar que al momento del estreno de La clemencia de Tito en Praga para la dichosa coronación, resultó que a nadie le gustó aunque las premisas con las que fue elaborada la ópera habían sido cumplidas y el discurso musical era fenomenal. Bueno, tal parece que la frase de la ilustre doña Ursula Arzola también puede aplicarse a este caso: “si gustos no hubiera, el amarillo no se vendiera…”

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descarga disponible:

Wolfgang Amadeus Mozart: Obertura a La clemencia de Tito K. 621

Versión: Orquesta de la Ópera de Zurich. Nikolaus Harnoncourt, director.