Sinfonía No. 38 en re mayor, K. 504, Praga
- Adagio – Allegro
- Andante
- Presto
¿Cuál es la relación de Mozart con la ciudad de Praga?
En el invierno de 1786 su reputación en la ciudad de Viena había decaído, mientras que el éxito mozartiano en Praga (a raíz del estreno en dicho lugar de su ópera Las bodas de Fígaro) estaba en franco ascenso.
Así fue que Mozart se animó a visitar esa localidad; llegó el 11 de enero de 1787, con dos conciertos asegurados en los que se interpretarían obras suyas, mientras toda la ciudad hablaba, silbaba y bailaba al son de la “Figaromanía”. Para tal ocasión, el compositor decidió presentar una nueva Sinfonía, a la que había puesto punto final el 6 de diciembre del año anterior. Como todo apuntaba a que el compositor sería recibido en la ciudad como lo que hoy conocemos como “Rock Star”, no escatimó recursos para hacerse acompañar de su esposa, un sirviente, varios músicos amigos suyos… ¡y hasta su perro Gauckerl!
Durante su estancia en Praga, Mozart y su séquito se hospedaron en una de las mansiones de la familia Thun-Hohenstein (sí: la misma que recibió al compositor y su esposa en Linz y que fueron el conducto para que naciera la Sinfonía Linz) y donde pasó varias semanas a cuerpo de rey. Algo que ya no ocurría en la Viena que tanto lo había aplaudido en años anteriores.
El 19 de enero de 1787 el Teatro Nacional de Praga abrió sus puertas para una de las presentaciones estelares de Mozart y en la que se estrenó su nueva Sinfonía, junto con Concierto para piano No. 25 en do mayor. En esa ocasión, la reacción del público fue de aprobación inmediata, premiando al autor con hurras y vítores tan insistentes que Mozart tuvo que sentarse frente al teclado y brindó a sus admiradores varias improvisaciones sobre el Non più andrai de Las bodas de Fígaro y más de una hora de otras selecciones musicales que fluían una tras otra y que -puede usted imaginar- enloquecieron más a los agradecidos asistentes. La gente de Praga abrió los brazos al salzburgués como con pocos artistas. Y así Mozart, a quien restaban escasos cuatro años y meses de vida, se convirtió en todo un ídolo musical para la hermosa e inolvidable Praga.
Aquella Sinfonía que Mozart ofrendó a esa ciudad es ciertamente curiosa y contraria a cualquier otra que haya escrito. Esta es una de las pocas Sinfonías del autor que abre con una larga introducción lenta; no tiene minueto, es decir que sólo tiene tres movimientos en relación a la estructura clásica en cuatro partes de este género (se dice por ahí que Mozart decidió no añadir un minueto pues la obra ya era demasiado complicada en tres movimientos como para añadirle uno más); y por si fuera poco, la Sinfonía en cuestión -la número 38 de su catálogo- solicita una instrumentación vasta para los estándares de la época, con flautas, oboes, fagotes, cornos franceses, trompetas, cuerdas y timbales.
Alfred Einstein escribió un docto análisis sobre la llamada Sinfonía Praga de Mozart, que en términos generales dice: “Después de la tensión elocuente de la introducción lenta, llega un movimiento saturado con polifonía… El material temático que se presenta en los primeros treinta y cinco compases parece bastante heterogéneo, y conforma una bella unidad… Para el desarrollo se reserva un elemento de gran intensidad: un tratamiento canónico. Esta sección de desarrollo es una de las más grandes, serias y agresivas en todas las obras mozartianas. El movimiento lento no es un mero intermezzo entre dos movimientos animados, pero tiene su animación interna, y le da cuerpo a la más completa combinación entre canto y carácter polifónico. (El finale) es uno de esos curiosos movimientos de Mozart en re mayor que, aunque tiene apariencia de alegría y su genuina perfección y sentimiento de unidad, nos deja una herida en el alma: la belleza está unida a la muerte.” Cabe anotar que el tema de este último tiempo es dialogado constantemente por las diferentes secciones de la orquesta y proviene del acompañamiento al hilarante dueto de Susana y Cherubino, Aprite presto, de Las bodas de Fígaro.
Al concluir su visita a Praga, Mozart regresó a Viena con la comisión para escribir una nueva ópera. Esa sería Don Giovanni, que se presentó en Praga en octubre del año siguiente.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Descarga disponible:
Wolfgang Amadeus Mozart: Sinfonía No. 38 en re mayor K. 504 «Praga»
Versión: Academia de Saint Martin-in-the-Fields. Sir Neville Marriner, director.
Concierto para piano y orquesta No. 23 en la mayor, K. 488
- Allegro
- Adagio
- Allegro assai
La composición de los Conciertos para piano 23 y 24 de Mozart precedieron el estreno de la ópera Las bodas de Fígaro, ocurrido el 1 de mayo de 1786. El Concierto 23 fue terminado el 2 de marzo de ese año, pero a diferencia de otras partituras de este autor que fueron terminadas con una rapidez insuperable esta partitura permaneció en el tintero durante varios años; en este sentido, se afirma que existen algunos bosquejos trazados por Mozart desde 1783. Quizá este hecho tan particular permitió al autor madurar bien las ideas generadoras de la pieza, lo cual es manifiesto desde los primeros bosquejos y sus cambios en la orquestación.
En primera instancia, Mozart no solicitaba clarinetes; posteriormente no sólo añadió un par de ellos, sino que sustituyó completamente a los oboes, instrumentación que comparte con el Concierto No. 22 de 1785, además de prescindir de trompetas y timbales. Por otro lado, la tonalidad empleada por el músico en esta obra es la misma que tan sólo cinco de sus otras partituras aparecidas entre 1779 y 1791, una de las cuales es también un concierto para piano, el No. 12. Una buena cantidad de musicólogos afirman que el Concierto 23 de Mozart es una finísima joya donde flota de manera continua el encanto por la melodía, con un aura luminosa, cálida, radiante, así como puede sentirse la sonrisa mozartiana en su máxima expresión pero con enorme discreción. Gran parte del atractivo melódico de este Concierto radica en su vena operística, que puede notarse en sus dos primeros movimientos con fragancias venidas de Las bodas de Fígaro y Così fan tutte.
Por su parte, Alfred Einstein afirmó que en este Concierto 23, y especialmente en su introducción, “Mozart nunca volvió a escribir algo tan sencillo en su estructura, tan ‘normal’ en sus relaciones temáticas entre el tutti y el solista, o tan claro en invención temática. (En su segundo movimiento) radica el alma del Concierto. (Hallamos) en una forma oculta esa pasión que el Andante del Concierto K. 482 sólo pudo revelar, (aunque) la resignación y la falta de esperanza permanece intacta en ambas obras.” El mismo Einstein acertó en decir que con el movimiento final de dicho Concierto 23 Mozart se convirtió en “un verdadero mago”. Sin embargo, algunos otros estudiosos han dicho que, aunque el Concierto 23 es una obra alegre y despreocupada, podemos encontrar en ella una extraña y profunda tristeza. Ello es curioso, pues Mozart pasaba por una época de cierta felicidad y bonhomía económica (especialmente al estrenarse el Fígaro). ¿Acaso sería una premonición, junto con la severidad del Concierto No. 24 de la muerte de su padre, que ocurriría el 28 de mayo del año siguiente?
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Descarga disponible:
Wolfgang Amadeus Mozart: Concierto para piano y orquesta No. 23 en la mayor K. 488
Versión: Orquesta de Cámara Inglesa. Murray Perahia, piano y director.