Nació en Sóntsovka, Ucrania, el 23 de abril de 1891.
Murió en Moscú, Rusia, el 5 de marzo de 1953.
Concierto para piano y orquesta núm. 3 en do mayor Op. 26
- Andante – Allegro
- Tema y variaciones
- Allegro ma non troppo
Cinco años después de estrenado su Primer concierto para piano, Prokófiev se dio a la tarea de iniciar su tercera obra concertante para el instrumento, con la firme intención de llevarlo en su segunda gira por los Estados Unidos y poder lucirse en el plano solista. En ese año (1917) fue cuando concluyó su Sinfonía clásica. Aun así, la idea germinal de esta obra se gestó desde 1908 para su primera visita a América; sin embargo, se cruzaron en su camino algunas obras que debía terminar para la compañía de los Ballets rusos de Sergei Diaghilev (1872-1929) así como la ópera El amor por tres naranjas.
El período más activo para esta nueva partitura ocurrió en el verano de 1917; Prokófiev se retiró a Etretât en Bretaña con la idea de dar forma a una obra súper virtuosa, de grandes proporciones orquestales. Desafortunadamente, en 1919, Prokófiev cayó seriamente enfermo y la composición del nuevo Concierto de piano se fue retrasando hasta 1921. En octubre de ese año el músico ya se encontraba en la ciudad de Chicago para iniciar ensayos de El amor por tres naranjas, cuya première dirigió él mismo el 30 de diciembre siguiente. Los días 16 y 17 de ese mes Prokófiev se presentó como solista con la Sinfónica de Chicago bajo la dirección de Frederick Stock (1872-1942) en el Orchestra Hall para estrenar su Tercer concierto para piano. En enero del año siguiente la partitura se escuchó en la ciudad de Nueva York.
Hoy día consideramos a este Concierto de Prokófiev como una de las innegables cumbres pianísticas de todos los tiempos. Pero después de su estreno en Chicago el público resultó sorprendido por su brillantez y virtuosismo… aunque los críticos no opinaron lo mismo. En su Autobiografía de 1948 Prokófiev relata que “en Chicago hubo menos comprensión que apoyo; en Nueva York no hubo ninguna de las dos cosas… (Partí de América) con mil dólares en el bolsillo y un severo dolor de cabeza.”
En una carta fechada el 6 de diciembre de 1921 en Chicago, Prokófiev escribió a Natalie Koussevitzky (la adinerada primera esposa del director de orquesta Serge): “Mi Tercer concierto para piano resultó ser una obra endemoniadamente difícil que ni siquiera he podido estudiar hasta el momento; entretanto, en los siguientes diez días estará lista para que la toque. Estoy preocupado y la he estado rumiando durante tres horas diariamente.”
Para su estreno, Prokófiev hizo un análisis de su Concierto que dice: “El primer movimiento abre silenciosamente en una breve introducción. El tema es presentado por un clarinete sin acompañamiento, mismo que es retomado por los violines durante unos cuantos compases. Repentinamente el tempo cambia a Allegro con un pasaje en dieciseisavos para las cuerdas que llevan a la juguetona entrada del piano. Después del vivo desarrollo de este pasaje viene el segundo motivo de este movimiento en la voz del oboe acompañado por pizzicati de las cuerdas que luego es tomado por el piano y que lleva a un episodio de bravura. En el punto culminante regresa el Andante inicial enunciado por violines y desemboca en los dos motivos principales de esta sección con gran brillantez para culminar en un excitante crescendo.
“El segundo movimiento consiste en un tema y cinco variaciones. Mientras que el Finale comienza con un tema staccato en los fagotes y cuerdas en pizzicato, que se interrumpe por la estruendosa entrada del piano. Después de que la orquesta desarrolla este tema, el piano lo retoma hasta llevarlo a una interesante culminación. Se escucha entonces un tema alternativo en los alientos. El piano les contesta con cierto humor cáustico. Todo el material es desarrollado hasta una coda brillante.”
Cuánto más, me pregunto yo, tuvieron que sufrir los críticos y los músicos rusos de aquellos tiempos que tanto criticaron estas partituras de Prokófiev cuando se enfrentaron a obras como la Suite Escita, la Tercera sinfonía y la ópera El ángel de fuego, entre otras. ¡Pobrecitos de sus “oiditos” del siglo XIX! Pero eso sí: ya sabían quién era Prokófiev, y él estaba ahí (con todo y sus manos y actitud artística de acero), le gustare a quien le gustare.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Descarga disponible:
Versión: Horacio Gutiérrez, piano. Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. Neeme Järvi, director.