ARAM KHACHATURIÁN

Nació en Tiflis (antiguo Imperio ruso, hoy Georgia), el 6 de junio de 1903.

Murió en Moscú (entonces URSS, hoy Rusia), el 1 de mayo de 1978.

Selecciones del ballet Gayaneh

  • Danza de las doncellas de la Rosa
  • Danza de los jóvenes kurdos
  • El despertar y la danza de Ayshe
  • Danza del sable
  • Lezghinka

Instrumentación: 3 flautas (la tercera alterna con pícolos), 3 oboes (el tercero alterna con corno inglés), 3 clarinetes (el tercero alterna con clarinete bajo), 1 saxofón alto, 2 fagotes, 4 cornos, 3 trompetas, 3 trombones, 1 tuba, timbales, 4 percusionistas, piano, celesta y cuerdas.

Duración aproximada: 18 minutos.

Junto con Sergei Prokófiev (1891-1953) y Dimitri Shostakóvich (1906-1975), Aram Khachaturián fue uno de los principales compositores de la Unión Soviética. Sus primeras influencias musicales vinieron al escuchar música popular en su ciudad natal Tiflis, Georgia, y durante el resto de su vida sus composiciones permanecieron firmemente arraigadas en las tradiciones culturales de Armenia. Las melodías folclóricas regionales y los patrones rítmicos de las danzas locales fueron un elemento constante en todo su trabajo; de hecho, Khachaturián dijo una vez que su lenguaje armónico provenía de imaginar los sonidos de los instrumentos folclóricos con su afinación característica y el rango resultante de armónicos. Su música fue uno de los puentes que vincularon las tradiciones europeas y orientales durante el siglo XX.

En 1921 Khachaturián se mudó a Moscú, inicialmente para estudiar biología en la Universidad, antes de mudarse al Instituto Gnessin para estudiar cello, y desde 1929, durante los siguientes seis años, estudió composición en el Conservatorio de Moscú. A pesar de que compuso más de medio centenar de obras a lo largo de sus años de estudiante, no fue hasta la publicación de su exuberante y romántico Concierto para piano en 1936 cuando logró el verdadero reconocimiento como compositor.

Khachaturián, al igual que Tchaikovsky (1840-1893), tenía un gusto muy peculiar por la danza. En sus palabras: “Considero al ballet una gran forma artística; como la ópera, el ballet representa la síntesis de todas las artes.”

Fue que, animado por el éxito de su Concierto para piano, Khachaturián comenzó a componer la partitura de su primer ballet, Felicidad, en 1939 y que se presentó ese mismo año con gran aceptación en Ereván, la capital de Armenia. Unos años después, en 1942, comenzó a trabajar en su segundo ballet, Gayaneh, que reutilizó mucho material musical del ballet anterior y modificó sustancialmente la trama. La riqueza de colorido de esta partitura, así como su inusual instrumentación y coreografía combinando aspectos de las tradiciones populares armenias le granjeó un éxito inmediato. Gracias a ello, el compositor fue galardonado con el codiciado Premio Stalin en 1943.

Concebido en cuatro actos y seis escenas, el ballet Gayaneh es una obra profundamente patriótica que muestra el fuerte sentido del nacionalismo armenio del compositor junto con sus ideales comunistas. Su primera presentación ocurrió en diciembre de 1942 en la ciudad de Perm, donde se guarecía toda la compañía de ballet del Kirov después de haber sido evacuada, con la coreografía de Nina Anisimova (1909-1979) –quien además encarnó al personaje central en el estreno- y los decorados de Nathan Altman (1889-1970). Debido al éxito evidente de esta pieza, el Ballet Bolshoi realizó una nueva versión de Gayaneh tres años después en Moscú.

ARAM KHACHATURIÁN

La historia tiene lugar en una granja colectiva en Kolkhoz en el sur de Armenia durante los primeros tiempos de la Gran Guerra Patria, donde Gayaneh, una joven armenia pizcadora de algodón, está casada con Giko, un bueno para nada, borrachín y cobarde de pésima reputación cuya única labor parece ser maltratar brutalmente a su esposa. Ella descubre que Giko está a punto de cometer una traición a la patria, lo que pone a prueba sus creencias patrióticas frente a sus emociones personales. Al momento de verse descubierto, Giko toma al hijo de ambos como rehén y prende fuego a varias pacas de algodón. Gayaneh resulta seriamente herida en el incendio pero llega a rescatarla la Patrulla Fronteriza del Ejército Rojo y Kazakov, su valeroso comandante. Una vez que Giko es enviado a prisión, Gayaneh sucumbe ante los encantos de su salvador y se casa con él en una colorida ceremonia donde se escuchan músicas georgianas, armenias y ucranianas, además de un baile de inspiración kurda: la Danza del sable, que Khachaturián escribió un día antes del estreno mundial del ballet. En años posteriores al estreno de Gayaneh, sin embargo, la trama fue modificada varias veces, para enfatizar el romance en lugar de manifestar un entusiasmo nacionalista. De hecho, para dar cierta variedad a la trama original, se incluyó como una “sub-trama” la relación amorosa del hermano menor de Gayaneh, Armen, con una joven kurda llamada Ayshe.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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MÚSICA

Versión: Orquesta Filarmónica Nacional. Loris Tjeknavorian, director.

ZOLTÁN KODÁLY (1882-1967)

Suite Háry János

  • Preludio: comienza el cuento de hadas
  • Reloj musical vienés
  • Canción
  • La batalla y derrota de Napoleón
  • Intermezzo
  • Entrada del Emperador y su corte.

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Zoltán Kodály

Si a usted le gusta la literatura fantástica y el mundo cinematográfico, estará de acuerdo que en todas las historias siempre existe un antihéroe, aquel que está a las espaldas del protagonista y que muchas veces es más sobresaliente a los ojos del público; la mayoría de las ocasiones porque es como el “Pepe Grillo” del héroe (el caso de Samsagaz Gamyi cuidándole la vida –y bajándole el ego- a Frodo Bolsón en El señor de los anillos). Pero hay momentos en que el antihéroe es el personaje que se lleva las palmas simplemente por lograr un final feliz… sin siquiera proponérselo.

Esa figura tiene otro cariz en varios momentos. Los hay fanfarrones, astutos mitómanos, vagabundos, flojonazos, pero que a fin de cuentas son protagonistas colmados de alegría. Si hacemos un listado de estos personajes habría que poner en lugares privilegiados a Don Quijote de la Mancha y al Lazarillo de Tormes en España, Falstaff en Inglaterra, el Teniente Kijé en Rusia, Till Eulenspiegel en Alemania y (por qué no) los implacables Pito Pérez y Periquillo Sarniento en México. Uno más parece sacado de la ficción, pero fue real: Karl Friedrich Hyeronimus, barón de Münchhausen (1720-1797). Este último sirvió al ejército ruso en 1750 y libró un par de batallas, pero al concluir su carrera militar convirtió sus hazañas en verdaderas leyendas. Rudolf Erich Raspe (1737-1794) conoció al barón de marras y relató sus supuestas andanzas en un libro fantástico escrito en 1785, donde magnificó la mitomanía de Münchhausen al grado de causarle severos problemas en la milicia.

En la misma línea de Münchhausen existe otro personaje peculiar (también real) y del cual nos habla el compositor húngaro Zoltán Kodály:

“La figura de Háry János es la personificación de la narración fantástica de cuentos húngara. Háry no miente: él crea leyendas. Es un poeta: lo que él narra nunca ocurrió, pero lo ha vivido, por lo que es más realista que la realidad misma.

«Día tras día se sienta en la taberna y cuenta sus increíbles temores heroicos. Es un verdadero campesino, y sus invenciones grotescas son una mezcla conmovedora de realismo e ingenuidad, de comedia y de patetismo. De todos modos, no es sólo una suerte de barón húngaro Munchausen. En la superficie, puede parecer que no es más que un héroe de sillón, pero en esencia es un bardo, llevado por sus sueños y sentimientos. Sus historias son los frutos de su fantasía que crea para sí mismo y para otros en un hermoso mundo de sueños… Todos soñamos con lo grande y lo imposible. Pocos de nosotros dominamos, como Háry, el valor de pronunciar nuestros sueños.”

Antes de continuar, es necesario recordar que Zoltán Kodály –con tan sólo 23 años de edad- viajó de un lado a otro de su natal Hungría, entre grandes ciudades y las más recónditas poblaciones para escuchar, de viva voz, las melodías populares que estaban enraizadas en la vida diaria de sus habitantes y que pudieron haberse perdido por su carácter oral. Especialmente existió en Kodály ese interés por adentrarse a fondo en la música y las tradiciones de los pueblos europeos, sobre todo si tomamos en cuenta la diversidad de creencias, nacionalidades y culturas que en ese “pequeño” territorio del orbe siguen existiendo hasta la fecha. Poco después de esa hazaña, marchó a París donde entró en contacto con el universo de Claude Debussy (1862-1918). Así, de regreso a la patria, su alma estaba mezclada por el exacerbado sentimiento húngaro y el impresionismo debussysta. Y la combinación dio como resultado la composición de la ópera Háry János en 1926 sobre los relatos originales recabados por János Garay (1889-1945) -quien conoció personalmente a Háry János- con un libreto realizado por Béla Paulini (1881-1945) y Szolt Harsányi (1887-1943) y que se estrenó en el Teatro Real de Budapest el 16 de octubre del año de su composición.

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El valiente y fanfarrón Háry János

La historia de la ópera nos muestra a Háry quien relata sus descomunales aventuras de cómo luchó para defender al Imperio Austro-húngaro, de cómo derrotó a los ejércitos napoleónicos (casi con una mano en la cintura) y –como premio- se le ofreció la mano en matrimonio de María Luisa ¡la esposa de Bonaparte! Pero declinó para contraer nupcias con su amor de la infancia.

Kodály extrajo una Suite orquestal de la ópera, que tuvo su primera audición mundial con la Orquesta Pau Casals dirigida por Antal Fleischer (1891-1945) en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona el 24 de marzo de 1927; y en América con la Sociedad Filarmónica de Nueva York y la batuta de Willem Mengelberg (1871-1951) el 15 de diciembre de 1927 en Carnegie Hall.

El compositor proporcionó el siguiente comentario que acompaña la audición de su Suite Háry János:

“Según una creencia popular húngara, si un relato es seguido por un estornudo de alguno de los oyentes, se considera como confirmación de la veracidad de cuanto se ha afirmado. La Suite Háry János comienza musicalmente con uno de esos estornudos. Uno de los fieles oyentes de Háry que estornuda a cada una de las fantásticas afirmaciones está a la altura de las circunstancias cuando Háry declara que una vez tuvo ocasión de vencer al propio Napoleón. El ‘cuento’ comienza con una sugestión del estornudo.

“II.- La escena se desarrolla en el Palacio Imperial de Viena, en donde el ingenioso campesino húngaro se asombra y extasía ante el famoso reloj musical, con sus soldaditos vestidos de elegantes uniformes, que aparecen a cada rotación de la maravillosa maquinaria.

“III.- Háry y su novia suspiran por la casa de su pueblo así como las tardes apacibles, saturadas de canciones de amor (se escucha una antigua melodía húngara).

“IV.- Háry, como general en jefe de sus húsares, hace frente al ejército francés. Saca a relucir su espada y los franceses comienzan a caer ante él como soldados de plomo. Primero dos, luego cuatro, ocho… diez, y así sucesivamente. Por último, ya no quedan soldados y Napoleón se ve forzado a pelear con el invencible Háry en persona. La fantasía de Háry representa a un Napoleón de acuerdo con su imaginación burda de campesino: inmenso y formidable que, temblando de pies a cabeza, se arrodilla ante su vencedor y le pide merced. La irónica marcha francesa de la victoria se transforma en un canto fúnebre.

“V.- Intermezzo: una muy viva sucesión de czárdás –danza popular húngara- sin especial significado (en cuanto a la situación anecdótica).

“VI.- Una marcha triunfal irónica, en la que Háry describe la entrada del emperador y su corte en Viena; pero no es la verdadera realeza austriaca, sino únicamente una versión campesina de cómo ve la imaginación de Háry la opulenta felicidad de la célebre aristocracia vienesa.”

Recuerde que si al escuchar la introducción de esta Suite usted estornuda, probablemente todas estas fantasías hayan sido realidad.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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MÚSICA

Versión: Philharmonia Hungarica. Antal Dorati, director.

ARAM KHACHATURIAN (1903-1978)

Concierto para violín y orquesta en re menor

  • Allegro con fermezza
  • Andante sostenuto
  • Allegro vivace

Uno de los grandes compositores que ha dado Armenia es, sin lugar a dudas, Aram Khachaturian. Para muchos, la producción sonora de este autor nunca estuvo tan “a la altura” de las grandes vanguardias del siglo XX; sin embargo, la claridad de pensamiento y conceptos de este autor lo colocan muy por encima (sobre todo en el gusto del público) de otros autores que llevaron la bandera de la vanguardia a ultranza.

Khachaturian es especialmente conocido por su Danza del sable, que proviene del ballet Gayaneh, pero al mismo tiempo debemos recordar algunas otras de sus partituras como los ballets Espartaco y La viuda de Valencia, así como sus tres Sinfonías (la segunda de ellas conocida como La campana), sus obras de cámara e innumerables partituras cinematográficas. Pero una parte medular en el catálogo de este compositor la constituye aquella dedicada a sus Conciertos con solista. En este campo cuenta con Conciertos para piano, para violín y para cello, de los cuales es el dedicado al violín el que más difusión ha tenido a lo largo de los años.

Aram Khachaturian

Compuesto en 1940 durante la estancia de Khachaturian en un retiro para artistas soviéticos cercano a Moscú, el Concierto para violín fue concebido de una manera muy natural según las propias palabras del autor, quien afirmó alguna vez que “(al componerlo) las melodías salían con toda facilidad de mi cabeza y de manera abundante, siendo que lo más complicado para mí en ese momento fue aprender a ponerlas todas ellas en orden.” Es muy interesante oír en este Concierto la manera como Khachaturian expone su gusto irrestricto por las melodías populares armenias, como ocurre en gran parte de sus obras; pero en este obra el poder rítmico está por encima de la nostalgia por la música de su patria y la perfección en la escritura violinística es de un alto calibre. Quizá lo más interesante de esta obra es sus movimientos segundo y tercero. El segundo de un lirismo realmente insuperable y el tercero por la estupenda vivacidad rítmica y el despliegue virtuoso de la parte solista.

Aunque Khachaturian tuvo enormes altercados con el régimen stalinista (como ocurrió con muchos otros autores entonces soviéticos contemporáneos suyos, tales como Shostakóvich, Miaskovsky y Prokófiev), el autor recibió grandes elogios por la magnífica factura de su Concierto para violín, otorgándosele el Premio Stalin posterior a su estreno mundial, que ocurrió el 16 de noviembre de 1940 con la Sinfónica Estatal de la URSS dirigida por Alexander Gauk, y con un solista que fue motor para la producción de las más importantes obras para violín del siglo XX detrás de la “cortina de hierro”: David Oistrakh, quien además recibió la dedicatoria de la partitura por parte de Khachaturian.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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Aram Khachaturian: Concierto para violín y orquesta en re menor

Versión: Itzhak Perlman, violín. Orquesta Filarmónica de Israel. Zubin Mehta, director.