Obertura a El cazador furtivo
Según el acucioso e interesante análisis que de Weber realiza el musicólogo David Ewen, encontramos el siguiente y muy revelador comentario:
“Un día después del estreno de Der Freischütz (El cazador furtivo), el alemán romántico, E.T.A. Hoffmann, colocó una guirnalda en la frente de Weber. Era un gesto simbólico que lo proclamaba como el vocero del nuevo movimiento romántico que entonces se dispersaba por Europa. En Weber, los jóvenes románticos germanos encontraron al portador para su ideal en pos de la libertad en la imaginación; permitir que circulara libremente en los mundos de los sueños, fantasías, supersticiones, y misterios sobrenaturales; para evocar el pasado; para afirmar el espíritu alemán.
“La ópera romántica -como ha explicado Alfred Einstein- proporcionó ‘un mundo de maravillas a través de las leyendas y la superstición …llenando el aire y ejerciendo influencias horrorosas o benéficas sobre los destinos humanos. Todas las fuerzas ocultas de la naturaleza tomaron una vida individual y fueron más o menos personificadas.’ Medidos en términos como éstos, Carl María von Weber puede ser bien calificado como el primero y más importante romántico de la ópera, y su Der Freischütz, como el comienzo de la ópera nacional alemana. Aquí, como en todas partes, Weber utilizó textos ricos en fondos germánicos, experiencias y paisajes. Su música encontró eco con las vibraciones del Volkslied (la canción popular germana).”
El comentario de Ewen es muy ilustrativo en cuanto a lo que resultó del trabajo comprometido de Weber en la búsqueda de consolidar la ópera alemana, con principios claros y muy evidentes para cualquiera de sus compatriotas, como ocurrió en el caso de la ópera italiana mucho tiempo antes. Ese compromiso artístico estuvo madurando durante mucho tiempo en la cabeza del también autor de otras óperas como Oberón, Abu Hassan y Euryanthe, antes de que pusiera manos a la obra en su proyecto que le ha dado fama hasta nuestros días: El cazador furtivo. De manera que al momento de su estreno realizado el 18 de junio de 1821 bajo su propia batuta, Weber consiguió establecer un eslabón de continuidad que comenzara con La flauta mágica de Mozart y continuó con Fidelio de Beethoven.
Los asuntos que trata El cazador furtivo son alucinantes y poco comunes. El libreto fue confeccionado por Friedrich Kind a partir de una serie de cuentos franceses anónimos a su vez coleccionados con esmero por Johann August Appel y Friedrich Laun, y la trama es peculiar por la mágia y oscurantismo que envuelven a cazadores y campesinos, entre encantamientos y tormentas, uno que otro pacto con el demonio, varias competencias de tiro y con arco y un bosque con sus inacabables encantos y sus obvios peligros.
El caso es que muy poca gente supo comprender el impactante contenido artístico del Cazador furtivo al momento de su estreno, y es comprensible ante la férrea presencia de la ópera italiana en toda Europa, que pendía sobre sus cabezas cual espada de Damocles. Aún así, en octubre del mismo 1821 se repuso la ópera y en ese momento abrió los ojos (y orejas) al público alemán, lo cual permitió que Weber alcanzara el lugar privilegiado del que nos habla Ewen al principio de esta nota. Uno de los factores importantes en el Cazador furtivo es la magistral utilización de Weber del leitmotiv o motivo conductor, que compositores como Berlioz y Wagner llevaron en su momento a alturas insospechadas. Ello, aunado a la impresionante orquestación de la obra, y su esquema tan compacto y sólido, fueron las determinantes para que todos los alemanes quedaran cautivados.
Así pues, la Obertura que Weber escribió para esta ópera es, sin duda alguna, la mejor pieza orquestal que él escribiera, como un resumen vibrante y muy intenso del contenido total de la ópera, recuperando sus temas fundamentales y desplegándolos en un tour de force orquestal sin paralelo en las dos primeras décadas del siglo XIX, donde los cornos franceses juegan un papel fundamental (como era de esperarse).
Al comprender el inmenso legado operístico de Weber, especialmente con El cazador furtivo, no está por demás recordar que él era acérrimo enemigo de Beethoven, y criticó sus obras sin piedad y a la menor provocación. En ese asunto debemos preguntarnos: ¿acaso tanto acre comentario era la consecuencia lógica de una pluma maestra en el campo operístico como la de Weber frente a los limitados recursos escénicos que tuvo siempre el sordo de Bonn para enfrentarse al género? Pudiera ser, aunque muchos han llegado a decir que, en realidad, el gran Weber era un poquitín envidioso. “Pa’ sabé…”
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Descarga disponible:
Carl Maria von Weber: Obertura a El cazador furtivo
Versión: Orquesta Sinfónica Columbia. Thomas Schippers, director