ALFREDO CARRASCO (1875-1945)

Preludio sinfónico

Los ojos que tú tienes

Son luz de mis amores

Cuando yo me fijo en ellos

Ellos no me corresponden.

En un momento quiero

Decirte lo que siento:

Que te juro serte fiel

Hasta el morir

Si me amas tú.

¿Reconoce usted, estimado lector, la letra de esta romántica canción? Durante muchas generaciones, esta canción conocida coloquialmente como “El adiós de Carrasco” (simplemente porque la escribió un señor apellidado “Carrasco” pero cuyo verdadero título es Adiós), e inmortalizada por voces como la de José Alfredo Jiménez (1926-1973), entre muchos más, es tan sólo el discreto pétalo de un robusto y fragante buqué floral que constituye la vida de un hombre al que la memoria colectiva debe hacerle justicia.

Sinaloense de nacimiento, pero tapatío por adopción, Alfredo Carrasco llegó muy niño a Guadalajara para comenzar sus estudios con el organista de la Catedral de esa ciudad, Francisco Godínez (1855-1902), quien instruyó a su alumno de acuerdo con la más sólida tradición organística venida de Francia, acuñada por autores como Cesar Franck (1822-1890) y Gabriel Fauré (1845-1924). Para 1899, Carrasco fue nombrado el segundo organista de Catedral e impartía cátedra de canto llano para niños. Los años de juventud de Carrasco se vieron nutridos con muchos reconocimientos locales, así como fundó el Ateneo Jalisciense y la Sociedad Artística de Aficionados. Después de 1918 cambió su residencia a la ciudad de México donde cultivó su humildad mediante la enseñanza en la Escuela Nacional de Ciegos, en la Industrial de Huérfanos y la Nacional Preparatoria, entre muchas otras. En esos tiempos fue que Carrasco se percató que la Revolución Mexicana no le hacía justicia: sus primeras composiciones estaban enraizadas en el romanticismo europeo imperante durante el Porfiriato y el rompimiento artístico y social de la Revolución lo consideraba como un compositor anacrónico y falto de interés para lo que –supuestamente- requería la nueva sociedad mexicana. Así, los esfuerzos de Carrasco por darse a conocer en pleno Nacionalismo musical, frente a Manuel M. Ponce (1882-1948), Carlos Chávez (1899-1978) o Silvestre Revueltas (1899-1940), fue una tarea imposible que él decidió abandonar para entregarse a la docencia y –muy modestamente- a atender la ventanilla de instrumentos en el Monte de Piedad durante los últimos años de su vida.

Alfredo Carrasco el día de su boda con Luz Camarena y Castro (1901).

En Mis recuerdos (1939), las memorias de Carrasco editadas para la UNAM por Lucero Enríquez, el propio Carrasco nos relata:

“El año de 1921 en el que todo México celebró entusiasta y brillantemente el primer centenario de la consumación de nuestra independencia nacional, (…) el presidente de la república, general Álvaro Obregón, (…) lanzó la convocatoria para un concurso musical, emitida el 1º. de diciembre del año anterior. (El concurso) resultó un solemne y sonado fracaso, en toda la línea. Jamás se supo nada porque nada se publicó y así, todos los ilusos que tan de buena fe acudimos al llamado, fuimos bonitamente chasqueados por la absoluta falta de datos. Ponce (…) querido y simpático maestro –que fue miembro del jurado con los maestros Susano Robles y Estanislao Mejía- me dio la feliz noticia (de que había sido ganador). (…) el primer premio (era) de 1000.00 pesos con una elegía en forma de preludio sinfónico, obra que el maestro S. Robles se apresuró a instrumentar para grande orquesta (pero que no se efectuó), pero que se encomendó a Abel M. Loretto para que fuera ejecutado el Preludio sinfónico durante las fiestas patrias –según se prometía en las bases de la convocatoria-.”

Tristemente, el Preludio sinfónico de Carrasco nunca se tocó como se había prometido, el acta que lo declaraba ganador fue extraviada por un “indigno inspector” de la Secretaría de Guerra y Marina quien, según afirma el compositor, le auguraba el feliz hallazgo del documento oficial toda vez que compartiera la mitad del premio monetario con él. Carrasco, como todo buen ciudadano, se negó… y el Preludio quedó archivado.

De 1921 a 1945, año de la muerte de Carrasco, él compuso unas cien obras más, entre las que se encuentran un estupendo Cuarteto de cuerdas y una Gran misa de réquiem que se escuchó por vez primera en el Sagrario Metropolitano en 1943. Sin embargo, el deceso de Carrasco ocurrió a causa del alcoholismo y una deteriorada condición física y emocional.

El manuscrito de su Preludio sinfónico fue hallado en el fondo reservado de la Biblioteca del Centro Nacional de las Artes de la ciudad de México a fines de la década de 1990 y su rescate se debe al director de orquesta Benjamín Juárez Echenique (n. 1951) quien lo grabó junto con la Orquesta de las Américas.

Hoy resuena ese breve pero estupendo Preludio de Carrasco de exquisita nostalgia por un México perdido, pero que asoma la pluma magistral de un músico que vale ser reconocido más allá de una canción romántica.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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MÚSICA

Versión: ORQUESTA DE LAS AMÉRICAS. BENJAMÍN JUÁREZ ECHENIQUE, director.