AMY BEACH

Nació en Henniker, Nuevo Hampshire, Estados Unidos de Norteamérica, el 5 de septiembre de 1867.

Murió en la Ciudad de Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, el 27 de diciembre de 1944.

Sinfonía en mi menor, Op. 32, Gaélica

  • Allegro con fuoco
  • Alla siciliana – Allegro vivace – Andante
  • Lento con molta espressione
  • Allegro di molto

Instrumentación: 2 flautas, 2 oboes (el segundo alterna con corno inglés), 2 clarinetes (el segundo alterna con clarinete bajo), 2 fagotes, 4 cornos, 2 trompetas, 3 trombones, timbales, 1 percusión y cuerdas.

Duración aproximada: 42 minutos.

Amy Beach en su infancia

Amy Beach fue la primera mujer que logró que se tocara su música (en este caso, su Sinfonía) a cargo de una orquesta de renombre, y sus partituras fueron tocadas y ampliamente celebradas por músicos, público y críticos tanto en los Estados Unidos como en Europa, una absoluta rareza para cualquier compositor estadounidense del siglo XIX.

Amy Beach (cuyo nombre de soltera era Amy Marcy Cheney) provenía de una distinguida y próspera familia de Nueva Inglaterra. Su talento musical se hizo evidente desde muy niña y su madre, Clara Imogene (1846-1911) supo arropar esas aptitudes para guiarla en sus primeros estudios: se dice que antes de los 2 años podía cantar y armonizar numerosas canciones; a los 4 tocaba el piano y componía, y tres años más tarde ofreció sus primeros recitales de piano con un variado repertorio que también incluyó sus propias creaciones.

En 1875 su familia se mudó a Boston, donde estudió piano con Ernst Perabo (1845-1920) y Carl Baermann (1810-1885), ambos intérpretes y compositores nacidos en Alemania que habían sido instruidos por figuras como Ignaz Moscheles (1794-1870) y Franz Liszt (1811-1886), lo que le proporcionó una sólida base en las tradiciones musicales del Viejo Mundo. Sus contemporáneos en el mundo musical de Nueva Inglaterra incluyeron a personalidades como John Knowles Paine (1839-1906), Arthur Foote (1853-1937), George Whitefield Chadwick (1854-1931) y Horatio Parker (1863-1919).

Su debut profesional “oficial” ocurrió cuando Amy tenía 16 años y su cada vez más sólida formación académica le permitió ser invitada varias veces como solista de la Sinfónica de Boston, la primera de las cuales fue con el Segundo concierto para piano de Frédéric Chopin (1810-1849) que la prensa definió como “perfecto”.

Todo parecía apuntar a que Amy Beach se convertiría en una sólida concertista de piano y cuyo catálogo de obras crecía constantemente. Pero el futuro promisorio comenzó a llenarse de nubarrones grises. La sociedad estadounidense de esa parte del siglo XIX no aceptaba los talentos artísticos de una mujer virtuosa y socialmente se le conminaba a ofrendar su vida al hogar y la familia. Y aunque su madre fue su principal motor para seguir el camino de las artes sonoras, los dos padres rechazaban que el futuro profesional de Amy fuera la música.

Las circunstancias tan adversas la llevaron a optar por el matrimonio a la edad de 18 años con Henry Harris Aubrey Beach, un destacado cirujano de Boston que era 25 años mayor que ella. Como era la norma durante este tiempo, Henry se convirtió en una figura de autoridad para Amy y limitó sus actuaciones públicas a un recital anual con fines benéficos. Sin embargo, aprobó que su esposa continuara componiendo y también permitió que sus partituras se publicaran con su nuevo nombre de casada: Señora H. H. A. Beach.

Para una mujer que no tuvo una educación formal en tanto en orquestación como en composición, y su esposo se negaba a que tuviera un tutor, el éxito que llegó a tener Amy es notable a todas luces. Su Misa en mi bemol fue estrenada por la Handel & Haydn Society de Boston, e interpretó su propio Concierto para piano con la distinguida Sinfónica de aquella ciudad. Poco a poco se fue notando su enorme popularidad en la escena musical local por lo que fue aceptada como miembro de un grupo de compositores conocido como Boston Six, que incluía a George Chadwick, Arthur Foote y Edward MacDowell (1860-1908). El grupo estuvo influido por la música romántica alemana, y su trabajo reflejó el desarrollo de un estilo clásico estadounidense.

Esa férrea personalidad de Amy Beach se manifestó a través de sus nuevas creaciones. De ser una compositora que escribiera sencillas canciones en el estilo “victoriano”, Beach comenzaba a callar bocas con su abundante imaginación y exuberante pluma orquestadora. Aunque viviendo la reclusión que le imponía el matrimonio, ella dijo: “Mis composiciones me mostraron un campo más amplio. Desde Boston, podría llegar al mundo”.

Amy Beach enviudó en 1910 cuando contaba 43 años; su madre murió un año después. Todo ello la liberó de sus “grilletes” sociales y fue que decidió, a como diera lugar, promover su carrera como pianista y sus composiciones. Ante sus pérdidas familiares, Amy también determinó formar parte de la iglesia episcopal y que fue una importante fuente de inspiración antes de aprovechar su nueva vida; así pasó tres años principalmente en Alemania hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Gracias a ello pudo poner en práctica aquellas técnicas musicales que había aprendido en su patria y que entonces desarrolló con su idiomática personalísima ante los perplejos alemanes.

La obra sinfónica de mayor importancia de Amy Beach es su Sinfonía bautizada como Gaélica y que -a todas luces- refrendó su insuperable talento en una profesión dominada que durante mucho tiempo había sido dominada por hombres. La obra, concebida entre 1894 y 1896, es tan interesante ya que fue la primera Sinfonía de un compositor estadounidense que utiliza canciones folclóricas como material temático.

Una de las influencias primordiales en la música de Beach fue Antonín Dvořák (1841-1904) quien en esos momentos se encontraba en Estados Unidos dictando cátedra y como Director del Conservatorio de la ciudad de Nueva York. Es bien sabido que en ese periodo es que Dvořák apoyó un estilo de música nacionalista en el que se utilizaran canciones tradicionales de los pueblos americanos como fuente inspiradora. Beach adaptó esta idea a su credo de que los compositores deberían buscar inspiración en sus raíces. Así fue como eligió melodías de las Islas Británicas, el hogar de sus antepasados, para incluirlas en su Sinfonía; de ahí proviene el nombre de “gaélica”.

Para el primer movimiento de la Sinfonía, Beach utiliza una canción propia, Dark is the Night, que nos habla de una turbulenta travesía en el mar. Los primeros compases representan claramente el océano en plena tormenta, y el motivo va creciendo hasta estallar como el romper de una ola en las voces de los metales. Después, aparece una danza irlandesa en los alientos madera en un momento de tranquilidad antes de que resurja el drama inicial.

El segundo movimiento nos presenta diversos temas gaélicos en forma de un scherzo; el primero es una melodía irlandesa tocada por el oboe. Hacia el final de esta sección de tintes líricos, escuchamos nuevamente el breve y enérgico tema del Allegro inicial en las cuerdas, y después de varios adornos en la flauta el movimiento llega a su fin con humor y gracia.

Beach escribió que el tercer movimiento transmite «los lamentos, el romance y los sueños» del pueblo irlandés. Aunque ella misma no era irlandesa, este sentimiento fue una afirmación algo intrépida en su momento. La gran comunidad de inmigrantes irlandeses en Boston enfrentó una discriminación y hostilidad considerables, especialmente entre la clase de élite de la ciudad, con la que Beach estaba claramente conectada por sus vínculos familiares, y empatizar con estos refugiados estaba mal visto en su círculo social. Este movimiento, marcado como Lento con molta espressione se compone de dos secciones, cada una con su propio tema irlandés. El solo de violín toca una cadenza breve y apasionada, seguida de un emotivo solo de violonchelo. Una sensación de melancolía y nostalgia infunde las melodías a lo largo de este movimiento.

El movimiento final es triunfal y dramático, y nos recuerda lo enérgico de los primeros compases de la Sinfonía. Aquí se escucha una síncopa jadeante en las cuerdas genera cierta tensión mientras maderas y metales hacen su aparición gozosamente antes de que toda la orquesta nos presente un discurso lleno de emoción y dramatismo. El segundo tema es más lento, con saltos melódicos expresivos que recuerdan las melodías irlandesas. Beach escribió que este movimiento era sobre el pueblo celta, “su recia vida cotidiana, sus pasiones y batallas”. Este sentimiento es evidente en cada nota del final exuberante, alegre.

La Sinfonía Gaélica de Amy Beach fue estrenada con la Orquesta Sinfónica de Boston el 30 de octubre de 1896 bajo la dirección del entonces titular de la agrupación, Emil Paur (1855-1932), a quien la partitura está dedicada. Según reporta la biógrafa de la compositora, Adrienne Fried Block (1921-2009), “durante la vida de Beach la Sinfonía fue tocada por las orquestas de Chicago, Filadelfia, Detroit, Hamburgo y Leipzig, entre otras”.

Durante largo tiempo, y hasta el final de su vida, Amy Beach vivió en la ciudad de Nueva York. Fue recibida en dos ocasiones en la Casa Blanca, donde además ofreció breves recitales. Se ha dicho que antes de morir su música se consideraba anticuada y poco a poco fue cayendo en el olvido; hoy día finalmente estamos celebrando la vida y la admirable resiliencia de esta compositora virtuosa a través de su potente y hermosa Sinfonía.

JOSÉ MARÍA ALVAREZ

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MÚSICA

Versión: Orquesta Sinfónica de Nashville. Kenneth Schermerhorn, director.