Nació en Rohrau, Austria, el 31 de marzo de 1732.
Murió en Viena, Austria, el 31 de mayo de 1809.
Sinfonía No. 104 en re mayor, Londres
- Adagio; Allegro
- Andante
- Menuetto – Trío: Allegro
- Finale: Spiritoso
Justo antes de su célebre viaje a Londres en 1791, cuando Haydn fue aclamado por las multitudes y quisieron adueñárselo como ocurrió con George Frideric Handel (1685-1759) y posteriormente con Félix Mendelssohn (1809-1847) y Antonín Dvořák (1841-1904), este compositor alcanzó el máximo momento de sus poderes creativos a través de dos sinfonías de idéntica tonalidad (sol mayor): hablo de las Sinfonías 88 y la 92. La última de ellas se conoce como Oxford pues la Universidad de aquella ciudad le había otorgado al músico un doctorado honoris causa; Haydn quiso corresponder con una nueva obra pero nunca tuvo tiempo de terminarla y así echo mano de aquella Sinfonía 92 que compuso en 1789 para los Conciertos de la Logia Olímpica de París que comandaba Claude-François-Marie Rigoley, conde Ogny (1756-1790), quien tal parece no le pagó a Haydn por su trabajo o se agarraron “de la peluca”, por lo que el compositor austriaco echó mano de ella como si fuera nuevecita y así poder impresionar a los honorables de Oxford.
Como dije al principio, este par de Sinfonías en sol mayor constituyen el preludio a uno de los momentos más importantes de Haydn, al crear un total de doce Sinfonías desde su primer viaje a la capital inglesa y en el posterior que ocurrió entre 1794 y 1795. Es por ello que el ciclo se conoce como Sinfonías Londres, que abarcan de la 93 hasta la última que escribiera, la 104. La fructífera relación de este compositor con Inglaterra ocurrió gracias a la invitación que le hiciera el empresario y violinista alemán Johann Peter Salomon (1745-1815) quien fue el responsable de que Haydn escribiera sus últimas y geniales Sinfonías.
Bien dijo David Ewen (1907-1985) que este grupo de partituras representa la corona de toda la creación sinfónica de Haydn: “En cuanto a su maestría técnica, madurez de conceptos, profundidad de sentimientos, originalidad de sus significados, estas sinfonías llegan a opacar los esfuerzos previos (de Haydn).” Mientras que Karl Geiringer (1899-1989) afirma que “ninguna otra partitura de Haydn muestra tal virtuosismo en la instrumentación o tan agradable y poco ortodoxo tratamiento de las formas musicales y de los mecanismos contrapuntísticos… Todo el siglo XIX, comenzando con Beethoven y concluyendo en Brahms, fue capaz de encontrar rica inspiración en las últimas sinfonías de Haydn.”
Por su parte, José Antonio Alcaraz (1938-2001) también da su opinión de este grupo sinfónico y el porqué de su importancia: “(En él) la materia musical es más compacta; la cohesión arquitectural de mayor densidad; y, por paradójico que esto pueda parecer, se diría que mientras más audaz es Haydn sus obras tienen un mejor acabado. El conciso discurso musical abunda en detalles atractivos y, sin dejar de pertenecer en buena parte a cierto estilo galante muy próximo al rococó, la presencia de los elementos populares es cada vez más fuerte. Los ritmos de danza nutren con un vigor que se acrecienta de sinfonía en sinfonía, a un total cada vez más equilibrado, donde los contrastes -de una intensidad a otra intensidad- ponen de relieve una imaginación y claridad inventiva que se consolida a la vez que adquiere mayor frescura.”
Haydn escribió tres Sinfonías (99, 100, 101) para los conciertos de Salomon de la primavera de 1794. Luego Haydn pasó el verano recorriendo el campo británico y regresó a Londres a principios de otoño para hacer los preparativos para la siguiente temporada. Sin embargo, Salomon estaba teniendo dificultades para organizar a los intérpretes necesarios para garantizar la alta calidad de sus conciertos porque el “Reino del terror” regía en Francia y hacía arriesgados los negocios financieros y de viaje, y se vio obligado a cancelar sus actuaciones de primavera. Sin embargo, una institución rival, los llamados «Conciertos operísticos», no iba a dejar pasar la oportunidad de mostrar al visitante musical más distinguido de Inglaterra, por lo que su director, el violinista y compositor italiano Giovanni Battista Viotti (1755-1824), dispuso que Haydn compusiera tres Sinfonías más (102, 103, 104) y que dirigiera sus estrenos en sus programas.
Haydn escribió en la parte superior del manuscrito de su última Sinfonía, la 104 (apodada “Londres”, como también se le conoce al grupo de Sinfonías escritas en Inglaterra): “la doceava que he escrito en Londres”. La pieza abre con la introducción más solemne que se puede encontrar en cualquier parte de las obras instrumentales de Haydn, con proclamaciones al unísono de modo menor y de intervalos abiertos que alternan con pasajes sigilosos de armonías profundamente expresivas.
El Andante, un fascinante híbrido de rondó y variaciones, comienza con un tema elegante, pero se convierte en turbulento –emocionalmente hablando- en sus diversos episodios. La fuerte expresión de este movimiento ha llevado a algunos comentaristas a sugerir que fue la elegía musical de Haydn a su amigo y colega fallecido, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), quien había muerto recientemente. El Minueto, en el modo más sólido de Haydn, encierra un trío de dulce contraste. El final, la última elaboración de Haydn dentro de la forma sonata sinfónica, el corazón de la música instrumental clásica, se basa en una melodía que Béla Bartók (1881-1945) identificó como una canción campesina de Croacia. Haydn ciertamente escuchó la melodía, conocida como Oh, Jellena, cantada en los alrededores del Palacio de Esterháza, y es posible que se lo hayan recordado los gritos de los vendedores del siglo XVIII ofreciendo «Hot Cross Buns» (o, burdamente en español mexicano, “Bolillos al rojo vivo”) y «Live Cod» (“Bacalao vivo”) que hacían eco por las calles de Londres todas las mañanas. Este final es una conmemoración espléndida y festiva del género por parte del hombre que obtuvo de algunos de sus seguidores el (no muy certero) elogio de «Padre de la Sinfonía».
El estreno de la Sinfonía 104 se realizó –probablemente- el 13 de abril de 1795, durante uno de los conciertos operísticos programados en el King’s Theatre en Haymarket de la capital inglesa, bajo la dirección del propio autor.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
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Versión: Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam . Sir Colin Davis, director.