Muchos de los grandes compositores de la historia comenzaron sus primeras obras desde muy jóvenes y lograron reconocimiento casi instantáneo. El caso del compositor Leoš Janáček está muy alejado de ese “lugar común”, pues el primer gran reconocimiento a una de sus partituras le llegó después de los sesenta años de edad. Pero antes de adentrarnos en la fascinante personalidad de Janáček es necesario hacer un recuento de su ficha biográfica.
Nacido en un lugar donde el paisaje rebosa de belleza, colindante con la provincia polaca de Silesia (que en aquellos tiempos era parte del Imperio Austrohúngaro), Janáček fue el noveno de catorce hijos producto del enlace matrimonial entre Jiří Janáček (1815-1866) y Amalie Grulichová (1819-1884). Su padre era un destacado profesor de escuela quien, al darse cuenta del talento de Leoš y su amor por la música popular de la región, no escatimó en recursos para inscribirlo en la Escuela Agustina de Brno (la capital de Moravia), donde destacó como alumno de órgano y piano, aunque paulatinamente fue creciendo en él su pasión por la composición. Tuvieron que pasar varios años para que se materializara ese interés; mientras tanto, continuó su preparación como organista en Praga, Leipzig y Viena.
Su relación con la ciudad de Brno continuó durante muchos años, pues en algún momento de su juventud regresó ahí para hacerse cargo de la Filarmónica local y fue el impulsor de una escuela de órgano con la que estuvo asociado más de cuatro décadas. En el plano de la dirección de orquesta, Janáček también se destacó como Director principal de la Filarmónica Checa durante siete años.
Uno de los principales estímulos que tuvo para definir su carrera en la composición fue su matrimonio con una de sus alumnas, Zdenka Schulzová (1865-1938), en 1881. A partir de ese momento, el lenguaje conservador de sus primeros intentos composicionales se transformó en uno altamente personal, quizá no muy innovador, pero sí auténtico, exquisito, y enraizado en el folclor moravo y en las músicas de Bedřich Smétana (1824-1884) y Antonín Dvořák (1841-1904).
Su primera ópera, Šárka, que compuso entre 1887 y 1888, no tuvo éxito alguno y sus presentaciones estuvieron obstaculizadas por cuestiones de derechos de autor de la historia que eligió. Fue hasta 1904 que organizó el estreno de su ópera Jenůfa en Brno, lo cual propició que las miradas comenzaran a voltear hacia Janáček. Y tuvieron que pasar doce años más para que dicha ópera fuera escuchada por primera vez en el Teatro Nacional de Praga, acontecimiento que marca el fin de la modesta y casi silenciosa carrera del músico para acceder a la gloria de todo su país y que en 1918 se extendió a Viena con la producción local de Jenůfa y posteriormente en el Metropolitan Opera de Nueva York. Janáček apenas accedió a la celebridad siendo un sexagenario y su creatividad fue en ascenso los últimos doce años de su existencia.
Aunque en esos años de auténtica explosión composicional vieron el nacimiento de varias óperas, música para piano y para diversas combinaciones instrumentales, es de sorprenderse que Janáček sólo escribió cinco obras para gran orquesta (comenzó a escribir una Sinfonía titulada Danubio que nunca concluyó), siendo la Rapsodia para orquesta Taras Bulba la primera de todas y que afianzó su éxito en los escenarios sinfónicos.
Retrato imaginario de Taras Bulba, realizado por Constantine Caldare
Taras Bulba. Rapsodia para orquesta
- La muerte de Andrei
- La muerte de Ostap
- Profecía y muerte de Taras Bulba
Como se dijo líneas arriba, Janáček era un amante del folclor de su patria, tanto en la música como en sus tradiciones e historias. Pero también estuvo muy apegado a todo lo proveniente de Rusia. Sus lecturas constantes incluían a León Tolstoi (1828-1910) y a Fiodor Dostoyevski (1821-1881), pero su escritor favorito era Nikolai Gogol (1809-1852) quien en 1835 escribió la primera versión de cuatro novelas que narraban la vida rural ucraniana, siendo la más extensa de ellas Taras Bulba. Siete años después, Gogol transformó considerablemente la historia de Taras Bulba, convirtiéndose en un texto despojado de la ironía con la que inicialmente había desacreditado las hazañas de los cosacos ucranianos, y se convirtió en un relato nacionalista ruso y ciertamente brutal (abiertamente anti polaco y antisemita) en el que se hablaba de cómo se ganó para Rusia la Ucrania dominada los polacos y lituanos.
En su Rapsodia orquestal del mismo nombre, que concibió desde 1905 y terminó de darle forma hasta 1918, Janáček tomó tres episodios de la novela épica de Gogol en la que el heroico cosaco Taras Bulba luchó encarnizadamente contra los polacos en 1682. En el primero de ellos, el hijo de Taras Bulba, Andrei, es asesinado por su padre producto de la deslealtad que provocó su apego amoroso por una joven de la nobleza polaca. Los cosacos habían sitiado la ciudad de Dubno, donde se encontraba la amada de Andrei entre los ciudadanos acorralados. El joven ingresó a la ciudad por un pasaje secreto para reunirse con su amada y se unió con los polacos en la posterior batalla en contra de su propio pueblo. La siguiente parte narra cómo el hijo mayor de Taras, Ostap, es capturado por los polacos y llevado a Varsovia donde, ante los ojos de su padre y de la turba que él comandaba, es torturado y ejecutado. La sección final cuenta la captura de Taras a manos de sus enemigos tras querer vengar la muerte de Ostap, clavado e inmolado en un árbol hasta dibujar su último aliento, antes del cual profetiza la futura liberación de los cosacos, representada en la partitura por los destellos del arpa, órgano y campanas.
Janáček afirmó que se sintió atraído por Taras Bulba debido a su creencia de que (y parafraseando las propias palabras de Gogol): «en todo el mundo no hay incendios ni torturas lo suficientemente fuertes como para destruir la vitalidad de la nación rusa. Por el bien de estas palabras, que cayeron en chispas y llamas en la hoguera en la que murió Taras Bulba, el famoso hetman (*) de los cosacos, compuse esta Rapsodia«.
Taras Bulba de Janáček es, sin lugar a duda, una de sus partituras más poderosas y dramáticas, estrenada el 9 de octubre de 1921 en el Teatro Nacional de Brno bajo la dirección de František Neumann (1874-1929).
* Hetman era el título del segundo mayor comandante militar (después del monarca) usado desde el siglo XV al siglo XVIII en Polonia, Ucrania y el Gran Ducado de Lituania, territorios conocidos desde 1569 a 1795 como la Rzeczpospolita (Mancomunidad de Polonia-Lituania).
El compositor con uno de sus perros (1926)
Sinfonietta
- Allegretto
- Andante
- Moderato
- Allegretto
- Andante con moto – Allegretto
Fue en el verano de 1917 que la vida de Janáček dio un giro radical y prácticamente así se mantuvo hasta el último día de su existencia en 1928: conoció a Kamila Stösslová (1891-1935), una mujer 38 años menor que él quien inmediatamente se convirtió en su musa inspiradora. Pero ¿y su esposa con quien llevaba 35 años de matrimonio? Aparentemente, ella sabía la forma en cómo Kamila lo había inspirado, pero muy en el fondo estaba consciente que no rompería su matrimonio. Y, de hecho, así fue: sólo hasta sus últimos meses de vida Janáček pensó dejar a su esposa, pero la única relación sólida que el compositor sostuvo con Kamila estaba basada en la copiosa correspondencia que le enviaba. Casi diario le enviaba una carta expresándole su pasión y la forma en cómo la música brotaba de su pluma con tanta emoción y facilidad gracias a ella. La señora Stösslová (porque sí: estaba casada con un reconocido anticuario y tenían dos hijos) era educada con él, pero ciertamente indiferente. De los cientos de cartas que recibía del compositor (más de setecientas), sólo respondió a algunas de ellas y, curiosamente, cuando el músico las recibía inmediatamente las destruía no porque él quisiera, sino porque ella se lo pedía con insistencia.
La figura de Kamila Stösslová fue la inspiradora de las heroínas de las óperas que Janáček concibió en sus últimos años, así como de su Cuarteto para cuerdas núm. 2 (llamado Cartas íntimas) y que de una forma muy vibrante e intensa nos narra en sonidos la inacabable pasión del compositor por una mujer que definitivamente no lo amaba.
Kamila Stösslová
De las pocas ocasiones en las que Janáček y Kamila compartieron algún tiempo juntos, una fue capital en la concepción de la obra que ahora nos ocupa: la Sinfonietta. Ocurrió al atardecer del viernes 27 de junio de 1924 cuando acudieron a un concierto al aire libre en la ciudad de Písek, donde el compositor llegó en tren procedente de Praga unas horas antes. Estuvieron acompañados por un amigo músico que vivía en Pilsen, Cyril Vymetal (1890-1973) quien, según sus testimonios, comentó la actuación de una banda militar local y comenzó el concierto con una fanfarria en forma de marcha tocada por cuatro músicos parados en una tarima y con trompetas decoradas con emblemas y banderas alusivas a la República Checa. Gracias al curador del Archivo Janáček en Brno, el doctor Jiří Zahrádka (n. 1970), hoy sabemos que todos esos datos son verídicos, y que la banda militar que tocó ese día era la Onceava Banda del Regimiento de Infantería Checoslovaca comandada por František Palacký (¿? – ¿?) y de quien seguramente se escuchó su Marcha ecuestre que tanto llamó la atención a Janáček.
Pasaron dos años y el compositor puso punto final a una partitura que inicialmente llamó Sinfonietta militar y cuya génesis compartió con su “confidente” Kamila en una misiva, recordándole que las fanfarrias que habían escuchado juntos en Písek, instrumentadas para metales y percusiones, fueron el germen de nueva obra. Aparentemente, la escribió entre el 2 de marzo y el 2 de abril de 1926 y en poco tiempo llegó a convertirse en una de las obras más gustadas y tocadas de Janáček, así como fue la última obra orquestal que escribió.
La pieza encajó perfectamente para el Octavo Festival Gimnástico del movimiento checo Sokol («Halcón»), una organización de gimnasia checa con fuertes connotaciones nacionalistas y que le había solicitado al compositor una obra dedicada para la ocasión. Después de su estreno, el 26 de junio de 1926 con la Filarmónica Checa dirigida por Václav Talich (1883-1961), se modificó su título de Sinfonietta militar por el de -simplemente- Sinfonietta.
Por mucho que las connotaciones de esta partitura estén enclavadas en cierto carácter marcial o militar y que sus fanfarrias hayan sido asociadas con demostraciones gimnásticas, Janáček en realidad quiso dedicar el contenido de su obra a Brno, la ciudad que lo cobijó desde muy joven y a la que ofrendó su trabajo durante décadas. Y de forma muy especial, dedicó su Sinfonietta a las Fuerzas Armadas de su país y “al hombre libre contemporáneo, su belleza espiritual y alegría, su coraje, fuerza y determinación para luchar por la victoria», según sus propias palabras.
De tal manera, las fanfarrias de las que le habló a Kamila inician y culminan la pieza, y los cuatro movimientos que la conforman portan títulos que nos remiten a la historia y las tradiciones de la ciudad de Brno: El castillo, El monasterio de la Reina, La calle y El edificio del ayuntamiento.
En un artículo de 1927 llamado «Mi ciudad», Janáček explicó que estos nombres indicaban puntos de referencia en Brno, que él recordaba como «pequeños e inhóspitos» durante su juventud y su temprana vida profesional pero que, después de ganar su libertad después de la Primera Guerra Mundial, «sufrió un cambio milagroso”. Dijo él: “Perdí mi disgusto por el sombrío Ayuntamiento, mi odio por la colina desde cuyas profundidades aullaba tanto dolor, mi disgusto por la calle y su multitud. Como por milagro, la libertad se conjuró, brillando sobre la ciudad, el renacimiento del 28 de octubre de 1918. Me vi en ella. Yo pertenecía a eso. Y el estruendo de las trompetas victoriosas, la paz santa del Monasterio de la Reina, las sombras de la noche, el aliento de la colina verde y la visión de la creciente grandeza de la ciudad, de mi Brno, estaban dando a luz a mi Sinfonietta.»
El 11 de julio de 1926, dos semanas después del estreno de la Sinfonietta, Janáček fue honrado con la colocación de una placa conmemorativa en su casa natal en Hukvaldy. En su discurso para la ocasión, aseguró: “Creo que logré acercarme lo más posible a la mente del hombre sencillo en mi Sinfonietta. Me gustaría continuar en ese camino… Mi último período creativo es una especie de nuevo surgimiento del alma que ha hecho las paces con el resto del mundo y sólo busca estar más cerca del hombre checo ordinario».
Janáček murió dos años después del estreno de su Sinfonietta. Se había retirado un tiempo a su cabaña en el bosque, donde Kamila y su hijo de once años lo acompañaron por primera vez. Estando ahí, el muchacho desapareció en el bosque y Janáček se resfrió durante la búsqueda. El niño regresó sano y salvo a la cabaña, pero Janáček contrajo neumonía y murió en cuestión de días. Siete años después, Kamila murió. Mientras que la viuda de Janáček, Zdenka, vivió algún tiempo más que ellos dos.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
P.D.- Quizá le interesará saber que la Sinfonietta de Janáček inspiró la novela 1Q84 (2009–10) de Haruki Murakami (n. 1949). En ella se presenta a esta música como un motivo recurrente. En una entrevista el escritor recordó: ‘Escuché esa obra en una sala de conciertos… Había 15 trompetistas detrás de la orquesta. Extraño. Muy extraño… Y esa rareza encaja muy bien en este libro».
Descargas disponibles:
TARAS BULBA
Versión: Filarmónica de Varsovia. Antoni Wit, director
SINFONIETTA
Versión: Filarmónica de Viena. Sir Charles Mackerras, director.