Sinfonía No. 4 en re menor, Op. 120
- Ziemlich langsam – Lebhaft
- Romanze: Ziemlich langsam
- Scherzo: Lebhaft
- Langsam – Lebhaft
“Re menor”. Esa es la tonalidad que Schumann escogió para componer una Sinfonía en 1841, casi inmediatamente después de estrenar la conocida como Sinfonía Primavera. Ese “re menor” parece haber tenido un significado especial en aquel momento de la vida del autor. Y si queremos desenmarañar el significado de la tonalidad citada, debemos recurrir a dos fuentes: 1) nuestra sensibilidad y sentido común, y 2) las palabras de Clara Wieck-Schumann, esposa del autor.
En lo que toca a nuestra percepción sensorial del re menor hay que señalar que ésta inspira contemplación, tranquilidad, religiosidad y pasión, aunque hasta la fecha ni la metafísica -y mucho menos la acústica- han arrojado un estudio que determine la veracidad de lo que captan nuestros oídos, comprenda nuestro cerebro y mueva nuestro corazón. Sin embargo así parece que es el re menor: muy nostálgico.
Por otro lado tenemos un comentario de Clara Wieck, quien se convirtió en la esposa de Schumann en 1840 y lo cual provocó una inusitada felicidad al músico. Ella escribió en su diario el 31 de mayo de 1841 lo siguiente:
“Robert inició ayer otra Sinfonía, que será en un movimiento pero tendrá un adagio y un final. No he oído nada de la obra pero oigo el constante ajetreo de Robert y escucho constantemente el re menor en la distancia, por lo que sé que otra obra está tomando forma en el fondo de su alma.”
Al conocer estas palabras es necesario recurrir a otro diario personal, ahora el del propio Robert, para indagar qué habitaba tan dentro de su alma y debía cobrar vida en forma de una Sinfonía estigmatizada por el re menor. Él señaló después de estrenada su Primera sinfonía:
“Mi próxima Sinfonía se llamará ‘Clara’, y en ella pintaré su retrato con flautas, oboes y arpas.”
Ahora bien, ya que comenzamos a entender qué significado emocional tenía para Schumann la multicitada tonalidad, la llegada de Clara a su vida y la composición de una nueva Sinfonía, es importante echar un vistazo a lo que había ocurrido en esos años en materia de composición para este hombre, para dar mayor sentido al estado anímico del artista. En 1840, año en que contrajo nupcias, los esfuerzos de Robert estuvieron enfocados hacia el género de la canción, produciendo ciclos importantes como Dichterliebe y las dos colecciones de Liederkreis; por su parte, 1842 fue el año de la música de cámara para Schumann, escribiendo con singular genialidad partituras como sus tres exquisitos Cuartetos para cuerdas, el Quinteto con piano y el Cuarteto con piano -todas ellas piezas básicas para entender la estética de Schumann-; y así, 1841 puede denominarse como “el año de las Sinfonías” ya que, como comentamos al principio, ese año vio nacer la Sinfonía Primavera (la número 1 en su catálogo, aunque ya había escrito una antes que nunca le gustó y prefirió destruir), además de otras partituras para orquesta como su Fantasía de concierto que posteriormente se convirtió en el primer movimiento de su maravilloso Concierto para piano, y su Obertura, scherzo y finale que en cierto momento pensó catalogar como Sinfonietta, y la Sinfonía que ahora nos ocupa.
En septiembre de 1841, aquel “re menor” que flotaba como alma etérea por la casa del matrimonio Schumann encontró su resultado en la que entonces se consideró como la Segunda sinfonía de Schumann, y así fue presentada en su estreno con Ferdinand David en Leipzig, el 6 de diciembre de ese año. Importante es saber que tantos lazos emotivos unían a la pareja a través de esta Sinfonía y su “re menor”, que Schumann no dudó en ofrendar el manuscrito a su esposa como el más bello obsequio para el día del bautizo de su primogénito.
Sin embargo algo debe estar mal, ya que ésta no es actualmente la Segunda sinfonía de Schumann. Entonces ¿qué fue lo que pasó?
La respuesta es muy sencilla: después del estreno en Leipzig, y por mucho que esta obra apelara a tantos aspectos privados de los Schumann, a Robert le pareció que la obra no cumplía con el verdadero significado artístico que él deseaba exponer, y muchos de sus colegas y amigos criticaron la obra por poseer “una textura muy espesa”. El buen Schumann retiró la partitura de los conciertos e impidió que se editara. Mientras tanto, publicó en 1846 su Sinfonía en do mayor como número 2 y en 1850 una más en mi bemol mayor con el título de Renana (la número 3). Fue hasta diciembre de 1851 que Schumann tomó la partitura de la Sinfonía en re menor, la revisó, re-orquestó y le dio forma como la conocemos hoy día. Por supuesto, al momento de publicarla se la catalogó como Sinfonía No. 4 Op. 120 y Schumann insistía en que debía interpretarse como una “Fantasía sinfónica” en un solo movimiento. Como quiera que sea, la versión final vio la luz en Düsseldorf bajo la dirección del propio autor en 1853.
Surge la incógnita: ¿qué es lo que Schumann modificó de la primera versión de 1841? Pues si usted recuerda lo que citamos del diario de Schumann en los primeros renglones de esta nota, usted podrá darse cuenta de uno de sus cambios:
“…en ella pintaré su retrato con flautas, oboes y arpas.”
¿Arpas, dijo Schumann? ¡Dónde están las arpas!!
No se angustie, finísimo lector; en esta Sinfonía nunca hubo arpas, ni en su primera versión ni en la revisada en 1851. Pero entonces, ¿a qué se refería el compositor? Pues quizá ese sonido de “arpas” pudo ser conseguido con un interesante elemento que sí existió en el segundo movimiento de la primera versión de la Sinfonía: una guitarra. Y no crea usted que este instrumento tan atípico para Schumann tenía una buena parte solista en esa sección. Ni pensarlo, únicamente es utilizado como toque colorístico con algunos arpeggios y eso es todo. Por supuesto, esa fue una de las omisiones en la nueva versión de la Sinfonía, además de ligeros cambios en la orquestación y la ampliación (para ayudar a la partitura en cuanto a expresión) de algunas ideas melódicas (*).
¿Qué más hay de la pasión de Schumann por su esposa en esta Sinfonía? Pues bien, la forma “cíclica” que manejó el autor aquí es interesante en su insistencia por dar un carácter continuo a la música para que pudiera ser escuchada sin interrupciones. En esa forma cíclica cobra vida, una y otra vez, un tema que Brian Schlotel ha definido como “el tema de Clara” que aparece en la introducción lenta de la Sinfonía y que encadena los movimientos o bien se convierte en columna vertebral de ellos, como en el Romanze donde es desarrollado completamente en re mayor a partir de un solo de violín, y en el Scherzo donde aparece este tema invertido con un poético trío en la parte central, y que no es otra cosa mas que una derivación del solo de violín del segundo movimiento. Aquí hay que hacer un alto, pues según Richard Freed este movimiento arroja más coincidencias entre las relaciones personales de la pareja Schumann y sus colegas. Revela Freed: “Este movimiento (el tercero) es muy similar al tema del Minuetto de la Sinfonía Núm. 1 en fa menor de Johann Wenzel Kalliwoda (1801-1866). Schumann conoció bien a Kalliwoda, y tanto él como Clara tocaron como solistas de la orquesta que Kalliwoda dirigía en Munich; él (Schumann) debe haber conocido bien la Sinfonía en fa menor que fue escrita en 1826 y fue una de las más populares obras de Kalliwoda. Como quiera que sea, la similitud de los temas es tan impresionante que merece ser mencionada…”
El final de la Cuarta de Schumann, por su parte, posee una energía tal que nos da cuenta de la maestría con la que supo instrumentar este hombre una de sus mejores partituras orquestales, aún sabiendo que él nunca fue afecto a la escritura sinfónica y que muchos entendidos han dado cuenta de los problemas que siempre enfrentó para dar coherencia a sus Sinfonías. Pero si Schumann se entregó a este tipo de composición, fue debido a… su esposa Clara, por supuesto. Antes de casarse, Clara anotó en su diario:
“Sería mejor que (Robert) escribiera para orquesta; su imaginación no puede encontrar una visión muy amplia en el piano… Sus obras son, todas, orquestales en sentimiento… Mi deseo más fuerte es que él componga para la orquesta -¡Ese es su verdadero campo! Espero ser perseverante y tener éxito en llevarlo a ello.”
También es interesante conocer lo que Johannes Brahms, máximo admirador de la estética de Robert Schumann (y de la estética femenina -!!!- de su esposa), comentó unos treinta años después de la muerte de su ídolo con respecto a la primera versión de su Cuarta sinfonía. Clara, para esas fechas, viuda de Schumann, no estaba de acuerdo en incluir el manuscrito de la versión de 1841 de la Sinfonía en el catálogo de su esposo, por lo que Brahms le escribió en una carta:
“Es más valioso para mi poseer la primera versión de la Sinfonía en re menor. Todos quienes la han visto está de acuerdo conmigo de que la partitura no ha ganado nada con ser revisada y que sin lugar a dudas ha perdido mucho de su encanto, ligereza en el toque y claridad de expresión. (La primera versión) me recuerda a la Sinfonía en sol menor (la núm. 40) de Mozart, sin compararla en otros aspectos. Todo es tan natural que es imposible imaginarlo de modo diferente. No hay colores duros, no hay efectos forzados. Por otra parte, hay que reconocer que el disfrute de la versión revisada tiene también sus ventajas, aunque también reconozco que ésta se encuentra ‘sobre-ataviada’.”
Para concluir, es interesante saber a quién dedicó Schumann la partitura revisada de la Cuarta sinfonía. Usted podría creer fácilmente que por todas las implicaciones personales y llenas de pasión que en ella están ocultas (el re menor, el tema de Clara, etc.) la obra porta una dedicatoria a la esposa y musa inspiradora del músico. Pues no es así, y aquí damos cuenta de ello del puño y la letra de Robert Schumann:
“Cuando las primeras notas de esta Sinfonía fueron despertadas, (el violinista) Joseph Joachim era aún un pequeñuelo; desde entonces, la Sinfonía y el pequeñuelo han crecido, por lo que la dedico a él, aunque solamente en privado.”
¿Cuál debe ser, entonces, el verdadero significado de esta poderosa, pasional y nostálgica Sinfonía en re menor de Robert Schumann? Escúchela y juzgue usted por sus propios oídos.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
(*).- Me parece importante recomendarle que, en la medida de lo posible, escuche usted alguna vez las dos versiones de la Cuarta de Schumann, para lo cual tome como referencia las siguientes:
– De la primera versión de 1841 es básico escuchar el tratamiento de música de cámara que le da Nikolaus Harnoncourt a su versión con la Orquesta de Cámara de Europa (Teldec. 4509-90867-2) y en la que se incluye la mentada guitarra en el segundo movimiento.
– De la versión revisada, podría compararla con la de 1841 con una interpretación muy “romántica”, con fuerza en la expresividad orquestal. Para ello ahí están, por ejemplo, la grabación de Leonard Bernstein y la Filarmónica de Viena o Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín, ambas en Deutsche Grammophon.
Descarga disponible:
Robert Schumann: Sinfonía No. 4 en re menor Op. 120
Versión: Orquesta Filarmónica de Viena. Leonard Bernstein, director.