ROBERT SCHUMANN (1810-1856)

Sinfonía No. 4 en re menor, Op. 120

  • Ziemlich langsam – Lebhaft
  • Romanze: Ziemlich langsam
  • Scherzo: Lebhaft
  • Langsam – Lebhaft

Schumann

“Re menor”. Esa es la tonalidad que Schumann escogió para componer una Sinfonía en 1841, casi inmediatamente después de estrenar la conocida como Sinfonía Primavera. Ese “re menor” parece haber tenido un significado especial en aquel momento de la vida del autor. Y si queremos desenmarañar el significado de la tonalidad citada, debemos recurrir a dos fuentes: 1) nuestra sensibilidad y sentido común, y 2) las palabras de Clara Wieck-Schumann, esposa del autor.

En lo que toca a nuestra percepción sensorial del re menor hay que señalar que ésta inspira contemplación, tranquilidad, religiosidad y pasión, aunque hasta la fecha ni la metafísica -y mucho menos la acústica- han arrojado un estudio que determine la veracidad de lo que captan nuestros oídos, comprenda nuestro cerebro y mueva nuestro corazón. Sin embargo así parece que es el re menor: muy nostálgico.

Por otro lado tenemos un comentario de Clara Wieck, quien se convirtió en la esposa de Schumann en 1840 y lo cual provocó una inusitada felicidad al músico. Ella escribió en su diario el 31 de mayo de 1841 lo siguiente:

“Robert inició ayer otra Sinfonía, que será en un movimiento pero tendrá un adagio y un final. No he oído nada de la obra pero oigo el constante ajetreo de Robert y escucho constantemente el re menor en la distancia, por lo que sé que otra obra está tomando forma en el fondo de su alma.”

Al conocer estas palabras es necesario recurrir a otro diario personal, ahora el del propio Robert, para indagar qué habitaba tan dentro de su alma y debía cobrar vida en forma de una Sinfonía estigmatizada por el re menor. Él señaló después de estrenada su Primera sinfonía:

“Mi próxima Sinfonía se llamará ‘Clara’, y en ella pintaré su retrato con flautas, oboes y arpas.”

Clara Wieck

Ahora bien, ya que comenzamos a entender qué significado emocional tenía para Schumann la multicitada tonalidad, la llegada de Clara a su vida y la composición de una nueva Sinfonía, es importante echar un vistazo a lo que había ocurrido en esos años en materia de composición para este hombre, para dar mayor sentido al estado anímico del artista. En 1840, año en que contrajo nupcias, los esfuerzos de Robert estuvieron enfocados hacia el género de la canción, produciendo ciclos importantes como Dichterliebe y las dos colecciones de Liederkreis; por su parte, 1842 fue el año de la música de cámara para Schumann, escribiendo con singular genialidad partituras como sus tres exquisitos Cuartetos para cuerdas, el Quinteto con piano y el Cuarteto con piano -todas ellas piezas básicas para entender la estética de Schumann-; y así, 1841 puede denominarse como “el año de las Sinfonías” ya que, como comentamos al principio, ese año vio nacer la Sinfonía Primavera (la número 1 en su catálogo, aunque ya había escrito una antes que nunca le gustó y prefirió destruir), además de otras partituras para orquesta como su Fantasía de concierto que posteriormente se convirtió en el primer movimiento de su maravilloso Concierto para piano, y su Obertura, scherzo y finale que en cierto momento pensó catalogar como Sinfonietta, y la Sinfonía que ahora nos ocupa.

En septiembre de 1841, aquel “re menor” que flotaba como alma etérea por la casa del matrimonio Schumann encontró su resultado en la que entonces se consideró como la Segunda sinfonía de Schumann, y así fue presentada en su estreno con Ferdinand David en Leipzig, el 6 de diciembre de ese año. Importante es saber que tantos lazos emotivos unían a la pareja a través de esta Sinfonía y su “re menor”, que Schumann no dudó en ofrendar el manuscrito a su esposa como el más bello obsequio para el día del bautizo de su primogénito.

Sin embargo algo debe estar mal, ya que ésta no es actualmente la Segunda sinfonía de Schumann. Entonces ¿qué fue lo que pasó?

La respuesta es muy sencilla: después del estreno en Leipzig, y por mucho que esta obra apelara a tantos aspectos privados de los Schumann, a Robert le pareció que la obra no cumplía con el verdadero significado artístico que él deseaba exponer, y muchos de sus colegas y amigos criticaron la obra por poseer “una textura muy espesa”. El buen Schumann retiró la partitura de los conciertos e impidió que se editara. Mientras tanto, publicó en 1846 su Sinfonía en do mayor como número 2 y en 1850 una más en mi bemol mayor con el título de Renana (la número 3). Fue hasta diciembre de 1851 que Schumann tomó la partitura de la Sinfonía en re menor, la revisó, re-orquestó y le dio forma como la conocemos hoy día. Por supuesto, al momento de publicarla se la catalogó como Sinfonía No. 4 Op. 120 y Schumann insistía en que debía interpretarse como una “Fantasía sinfónica” en un solo movimiento. Como quiera que sea, la versión final vio la luz en Düsseldorf bajo la dirección del propio autor en 1853.

Manuscrito de la Cuarta sinfonía de Schumann

Surge la incógnita: ¿qué es lo que Schumann modificó de la primera versión de 1841? Pues si usted recuerda lo que citamos del diario de Schumann en los primeros renglones de esta nota, usted podrá darse cuenta de uno de sus cambios:

“…en ella pintaré su retrato con flautas, oboes y arpas.”

¿Arpas, dijo Schumann? ¡Dónde están las arpas!!

No se angustie, finísimo lector; en esta Sinfonía nunca hubo arpas, ni en su primera versión ni en la revisada en 1851. Pero entonces, ¿a qué se refería el compositor? Pues quizá ese sonido de “arpas” pudo ser conseguido con un interesante elemento que sí existió en el segundo movimiento de la primera versión de la Sinfonía: una guitarra. Y no crea usted que este instrumento tan atípico para Schumann tenía una buena parte solista en esa sección. Ni pensarlo, únicamente es utilizado como toque colorístico con algunos arpeggios y eso es todo. Por supuesto, esa fue una de las omisiones en la nueva versión de la Sinfonía, además de ligeros cambios en la orquestación y la ampliación (para ayudar a la partitura en cuanto a expresión) de algunas ideas melódicas (*).

¿Qué más hay de la pasión de Schumann por su esposa en esta Sinfonía? Pues bien, la forma “cíclica” que manejó el autor aquí es interesante en su insistencia por dar un carácter continuo a la música para que pudiera ser escuchada sin interrupciones. En esa forma cíclica cobra vida, una y otra vez, un tema que Brian Schlotel ha definido como “el tema de Clara” que aparece en la introducción lenta de la Sinfonía y que encadena los movimientos o bien se convierte en columna vertebral de ellos, como en el Romanze donde es desarrollado completamente en re mayor a partir de un solo de violín, y en el Scherzo donde aparece este tema invertido con un poético trío en la parte central, y que no es otra cosa mas que una derivación del solo de violín del segundo movimiento. Aquí hay que hacer un alto, pues según Richard Freed este movimiento arroja más coincidencias entre las relaciones personales de la pareja Schumann y sus colegas. Revela Freed: “Este movimiento (el tercero) es muy similar al tema del Minuetto de la Sinfonía Núm. 1 en fa menor de Johann Wenzel Kalliwoda (1801-1866). Schumann conoció bien a Kalliwoda, y tanto él como Clara tocaron como solistas de la orquesta que Kalliwoda dirigía en Munich; él (Schumann) debe haber conocido bien la Sinfonía en fa menor que fue escrita en 1826 y fue una de las más populares obras de Kalliwoda. Como quiera que sea, la similitud de los temas es tan impresionante que merece ser mencionada…”

El final de la Cuarta de Schumann, por su parte, posee una energía tal que nos da cuenta de la maestría con la que supo instrumentar este hombre una de sus mejores partituras orquestales, aún sabiendo que él nunca fue afecto a la escritura sinfónica y que muchos entendidos han dado cuenta de los problemas que siempre enfrentó para dar coherencia a sus Sinfonías. Pero si Schumann se entregó a este tipo de composición, fue debido a… su esposa Clara, por supuesto. Antes de casarse, Clara anotó en su diario:

“Sería mejor que (Robert) escribiera para orquesta; su imaginación no puede encontrar una visión muy amplia en el piano… Sus obras son, todas, orquestales en sentimiento… Mi deseo más fuerte es que él componga para la orquesta -¡Ese es su verdadero campo! Espero ser perseverante y tener éxito en llevarlo a ello.”

También es interesante conocer lo que Johannes Brahms, máximo admirador de la estética de Robert Schumann (y de la estética femenina -!!!- de su esposa), comentó unos treinta años después de la muerte de su ídolo con respecto a la primera versión de su Cuarta sinfonía. Clara, para esas fechas, viuda de Schumann, no estaba de acuerdo en incluir el manuscrito de la versión de 1841 de la Sinfonía en el catálogo de su esposo, por lo que Brahms le escribió en una carta:

“Es más valioso para mi poseer la primera versión de la Sinfonía en re menor. Todos quienes la han visto está de acuerdo conmigo de que la partitura no ha ganado nada con ser revisada y que sin lugar a dudas ha perdido mucho de su encanto, ligereza en el toque y claridad de expresión. (La primera versión) me recuerda a la Sinfonía en sol menor (la núm. 40) de Mozart, sin compararla en otros aspectos. Todo es tan natural que es imposible imaginarlo de modo diferente. No hay colores duros, no hay efectos forzados. Por otra parte, hay que reconocer que el disfrute de la versión revisada tiene también sus ventajas, aunque también reconozco que ésta se encuentra ‘sobre-ataviada’.”

Para concluir, es interesante saber a quién dedicó Schumann la partitura revisada de la Cuarta sinfonía. Usted podría creer fácilmente que por todas las implicaciones personales y llenas de pasión que en ella están ocultas (el re menor, el tema de Clara, etc.) la obra porta una dedicatoria a la esposa y musa inspiradora del músico. Pues no es así, y aquí damos cuenta de ello del puño y la letra de Robert Schumann:

“Cuando las primeras notas de esta Sinfonía fueron despertadas, (el violinista) Joseph Joachim era aún un pequeñuelo; desde entonces, la Sinfonía y el pequeñuelo han crecido, por lo que la dedico a él, aunque solamente en privado.”

¿Cuál debe ser, entonces, el verdadero significado de esta poderosa, pasional y nostálgica Sinfonía en re menor de Robert Schumann? Escúchela y juzgue usted por sus propios oídos.

 JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

(*).- Me parece importante recomendarle que, en la medida de lo posible, escuche usted alguna vez las dos versiones de la Cuarta de Schumann, para lo cual tome como referencia las siguientes:

– De la primera versión de 1841 es básico escuchar el tratamiento de música de cámara que le da Nikolaus Harnoncourt a su versión con la Orquesta de Cámara de Europa (Teldec. 4509-90867-2) y en la que se incluye la mentada guitarra en el segundo movimiento.

– De la versión revisada, podría compararla con la de 1841 con una interpretación muy “romántica”, con fuerza en la expresividad orquestal. Para ello ahí están, por ejemplo, la grabación de Leonard Bernstein y la Filarmónica de Viena o Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín, ambas en Deutsche Grammophon.

Descarga disponible:

Robert Schumann: Sinfonía No. 4 en re menor Op. 120

Versión: Orquesta Filarmónica de Viena. Leonard Bernstein, director.

ROBERT SCHUMANN (1810-1856)

Sinfonía No. 1 en si bemol mayor, Op. 38, Primavera

  • Andante un poco maestoso – Allegro molto vivace
  • Larghetto
  • Scherzo: Molto vivace
  • Allegro animato e grazioso

Robert Schumann

En 1843, Robert Schumann escribió una carta al director de orquesta que presentaría la llamada Sinfonía Primavera en Berlín, en la que puede leerse:

“¿Podría usted infundir a su orquesta durante la interpretación de mi Sinfonía el mismo anhelo por la primavera que sentí cuando la escribí en febrero de 1841? La primera entrada de las trompetas, quisiera que sonara como si viniera de lo alto, como una llamada al despertar. Y quisiera que se leyera entre líneas, en el resto de la introducción, cómo por todas partes surge el verde, cómo vuelan las mariposas. Y luego, en el allegro, cómo poco a poco todo parece pertenecer a la primavera. Sé que estos son pensamientos fastidiosos que me vinieron después de terminar la obra; sólo quiero decirle que el cuarto movimiento me pareció un adiós a la primavera.”

Por las palabras de Schumann, encontramos que él estaba especialmente feliz con su Sinfonía, que al parecer había sido escrita con amor y dedicación. El asunto es que la música en esta obra brotó de su pluma con efusividad por circunstancias de gran peso: por un lado, un año antes de escribirla Schumann contrajo nupcias con una de sus alumnas, Clara Wieck, relación que en sus inicios se vio colmada de bienestar y armonía para la pareja y que permitió al compositor escribir con facilidad y emoción, retomando el género sinfónico que dejó en el olvido tras el fallido intento de confeccionar una Sinfonía en sol menor en 1832. Igualmente, el pretexto para escribir una nueva obra sinfónica fue el descubrimiento, en esos tiempos alegres, de un poema de su amigo Adolph Böttger que hace alusión al inicio de la primavera. Así pues, el título y las intenciones sonoras de la Primera de Schumann nos hablan de ese renacer emocional y artístico que el músico añoraba desde hacía tiempo y que llegó a su vida en la persona de Clara, quien años después le haría ver su suerte a Robert.

Robert y Clara Schumann

El caso es que Schumann, quien nunca se consideró a si mismo como un experto sinfonista, puso manos a la obra con tenacidad y la bosquejó entre el 23 y el 26 de enero de 1841, para tener lista la partitura el 20 de febrero siguiente; además, Schumann proporcionó a cada uno de los movimientos de la obra títulos como Despertar de la primavera, Noche, Alegres compañeros de juego y El adiós de la primavera, algo que fue descartado posteriormente, pero que nos dan una idea muy firme de lo que aparece en el discurso musical. La obra, llena de vigor y empuje, obtuvo su estreno bajo la dirección de Félix Mendelssohn el 31 de marzo de 1841 con la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Schumann estaba tan feliz con su nueva vida (y su flamante Sinfonía) que calificó la presentación como un rotundo éxito: sin embargo, el público no opinó lo mismo pues se mostró frío en el estreno.

Monumento a Schumann en su ciudad natal: Zwickau

La descripción que hizo Brian Schlotel de la Sinfonía Primavera es elocuente y descriptiva: “El ambiente de la introducción lenta es aquel de un lluvioso día de marzo, y que gradualmente cambia a la brillante calidez de la primavera. En el segundo movimiento el ambiente nos sugiere una hermosa e intensa noche de mayo, cuyo cierre meditativo es transformado en el tema inicial del Scherzo que continúa. Éste tiene dos tríos contrastantes (lo cual constituye una innovación en la forma sinfónica) y una coda encantadora. El motivo que inicia la Sinfonía a cargo de una llamada de trompetas regresa en el exuberante final y que lleva a una gloriosa y emocionante conclusión.”

Esta visión de la primavera, según Schumann, es uno más de los aportes de diversos compositores quienes, a lo largo de la historia, han tratado de describir con sonidos esta especial temporada del año. No hay que olvidar la Primavera de Vivaldi, pero también hay que recordar otras primaveras destacables: la Sonata para piano y violín que así titulara Beethoven; una pieza pianística de Tchaikovsky dentro de su ciclo Las estaciones; los fascinantes ballets La consagración de la primavera de Stravinsky y Primavera en los Apalaches de Aaron Copland; la mágica Sinfonía Primavera de Benjamin Britten; Printemps de Debussy; Al escuchar el primer cucú en primavera de Frederick Delius; y varias canciones evocadoras de dicha estación escritas por Schubert, Grieg, Brahms y otros. Y no crea que en nuestro país este asunto ha pasado de largo: el compositor del siglo XIX Joaquín Beristáin escribió una deliciosa Obertura Primavera, muy en el estilo de una obertura rossiniana.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descarga disponible:

Robert Schumann: Sinfonía No. 1 «Primavera»

Versión: Orquesta de Cleveland. Christoph von Dohnányi, director

ROBERT SCHUMANN (1810-1856)

Concierto para piano y orquesta en la menor Op. 54

  • Allegro affettuoso
  • Intermezzo: Andantino grazioso
  • Allegro vivace

 

¿Y por qué Robert Schumann se volvió loco?

Parece que ésta es una de tantas interrogantes que desquicia a los amantes y estudiosos de la música, al igual que el porqué de la muerte de Mozart en circunstancias tan extrañas o el deceso tan a destiempo de Schubert, Mendelssohn o Bizet, o bien (para volvernos un poquitín triviales) por qué se dice que Paganini tenía pacto con el maligno.

Creo yo que en el caso particular de Schumann, su locura no es ningún misterio, sino un hecho natural en la vida de un compositor extremadamente romántico. Evidentemente, alguien que es forzado a estudiar leyes, periodismo y literatura cuando la música es su verdadera vida y principal pasión; quien ama con pasión desenfrenada a una joven llamada Clara, pero que no es comprendido por su suegro, y que (para colmo de males) un buen día se percata de que no puede mover su cuarto dedo como Dios manda en el momento que pudo consagrarse como un pianista supervirtuoso, es un buen candidato para engrosar las filas de un manicomio. Y todo ello le ocurrió al pobre Schumann: su profesor de piano, Friedrich Wieck tenía una talentosa y bella (para los ojos de Schumann) hija, de quien el entonces joven Robert se enamoró perdidamente y tuvo que vivir descalabros, maltratos y vejaciones diversas para conseguir lo que él deseaba: compartir el resto de su vida con la célebre Clara Wieck, quien sumó en varios momentos fama y respeto en la escena musical europea por ser una extraordinaria pianista, por haber sacado de las depresiones al marido y permitirle encontrar en más de una ocasión una veta inacabable de inspiración, por difundir constantemente la obra de su marido (a quien sobrevivió cuarenta años), y –last but not least– por también inspirar la vida y las pasiones de algún “novato” seguidor de la música de Schumann, quien siempre guardó gran respeto por su maestro, el mismísimo Johannes Brahms.

Los Schumann

Pero todo ello no fue aliciente para que Schumann no se volviera loco y terminara sus días recluido en un asilo para enfermos mentales, posterior a un intento de suicido, que más que provocarnos sorpresa nos da un poco de lástima: Schumann, agobiado por la incomprensión de sus colegas músicos, especialmente los integrantes de la Orquesta de Düsseldorf, quienes lo habían calificado como “un director mediocre e incompetente”, se fue a una orilla del río Rhin, ató una gran roca a uno de sus tobillos, y se lanzó en el afán hiper-romántico de terminar su existencia ahogado. Sin embargo, lo único que consiguió fue romperse una pierna, terminar mojado hasta la médula, y ser nominado prontamente para ingresar al asilo de la ciudad de Endenich de donde nunca volvería a salir.

Regresando a la interesante relación entre Robert y Clara Schumann (como ella se autonombró al fallecimiento de su esposo), cabe señalar que, efectivamente, gracias a sus extraordinarias dotes como concertista de piano –y siendo ella también compositora- que Schumann decidió explorar de una forma más profunda el instrumento. Llegó un momento en que Clara le pidió a Schumann que dejara el piano a un lado y comenzara su exploración de los sonidos orquestales. Gracias a ello surgió, en primera instancia, la Primera sinfonía de este autor en 1841. Posteriormente, Schumann decidió juntar ambos recursos, piano y orquesta, para confeccionar una nueva obra que él denominó Fantasía en la menor. Clara misma fue la encargada de estrenar la obra en el mismo año 1841. Después vinieron años “aparentemente” felices para la pareja, comenzando sendas e importantes giras de conciertos por toda Europa. Para mala fortuna del malhadado Schumann, quien era la figura central entre los músicos, críticos y públicos en dichos conciertos era su esposa Clara, y Robert era citado únicamente como “el marido de la gran pianista”. Como podrá percatarse, todo ello fue más que necesario para que Schumann volviera a caer en cuanta depresión y su único refugio se encontrara en cientos y cientos de botellas de licor. Un poco más despabilado y tranquilo de aquellos acontecimientos, Schumann dejó atrás (sólo por un ratito) todo sinsabor y después de haber protagonizado un poco afortunado encuentro con el joven Richard Wagner prefirió aumentar su conocimiento en el área de la fuga, el canon y otros recursos contrapuntísticos para retomar aquella Fantasía para piano y orquesta que había estrenado su mujer y transformarla en algo más consistente, algo que definió “entre un concierto, una sinfonía y una gran sonata”. Dicha Fantasía se convirtió, de tal suerte, en el primer movimiento de su único Concierto para piano, añadiendo los dos movimientos complementarios en 1845, siendo estrenado –nuevamente- por Clara en la parte solista y el director Ferdinand Hiller en Dresde, el 4 de diciembre de ese mismo año.

Schumann

Sin lugar a dudas, este Concierto es uno de los grandes logros de Schumann y una de las más brillantes joyas en la diadema de la literatura romántica para piano. “Es una espontánea expresión de la alegría de vivir”, dijo Hebert Bedford, “llena de movimientos exquisitos, con una rutilante belleza de sonidos conseguidos por los medios más sencillos… Está sellada por una felicidad genial en un grado que pocos compositores han sido capaces de conseguir.” Para Frederick Niecks, el primer movimiento “da expresión a todos los sentimientos heroicos en él (Schumann) –dignidad y orgullo, con algunos momentos de coloración oscura y de pathos intenso.” En el segundo movimiento –un lírico Intermezzo– Schumann “queda satisfecho con cualidades más reticentes”. Y en el Finale “todo es impetuoso, alegre –haciendo notar las síncopas casi sin guardar aliento del acompañamiento”, a lo que podemos añadir que a quien parecería faltarle el aliento por su virtuoso discurso de principio a fin es al piano solista.

Aún así, al escuchar este Concierto quizá podamos sentir la propia incapacidad de Schumann de haber sido, él mismo, su más importante intérprete, y de que cualquier gloria y aplauso hubiera sido dirigida en primera instancia a Clara. Todo está manifiesto en las crónicas de la época que señalaron como de “discreta aceptación” a esta partitura en su estreno y en su posterior interpretación con Mendelssohn en la dirección y la Orquesta Gewandhaus de Leipzig. El tiempo poco a poco puso en su lugar al Concierto de Schumann en donde se encuentra ahora como una de las piezas más preciadas –y virtuosas- del repertorio. Pero, ¿dónde puso el tiempo a Clara Schumann, sus interpretaciones tan admiradas en el siglo XIX y sus propias composiciones? ¿Será válido seguir llamando a Robert Schumann exclusivamente como “el marido de Clara”? Y, más aún ¿cuánto puede la locura de Schumann atraer a nuestro espíritu para disfrutar de sus creaciones en perspectivas distintas?

Válgame… no cabe duda que a los genios se les tacha de locos, y a los locos se los sigue recluyendo sin permitir conocer cuáles son sus verdaderos sentimientos, añoranzas y pasiones. A fin de cuentas, ¿a quién le puede importar todo esto y más al sentir, como intensa marejada sonora, la brillantez de expresión del Concierto para piano de Schumann?

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descarga disponible:

Robert Schumann: Concierto para piano y orquesta en la menor Op. 54

Versión: Alicia de Larrocha, piano. Orquesta Filarmónica Real de Londres. Charles Dutoit, director.