MILI BALÁKIREV (1837-1910)

Islamey. Fantasía oriental (Orq. Liapunov)

Eran cinco. Cinco jóvenes que tenían profesiones diversas, pero que también “jugaban” a ser compositores. Al abrigo de la Escuela Libre de Música de San Petersburgo, entre 1855 y 1862, fue que el Profesor Mili Balákirev reunió a varios de sus alumnos para intercambiar puntos de vista artísticos y promover la audición de sus obras. Y sí: aunque estudiaban música con Balákirev, algunos habían desertado de sus profesiones por las que habían optado siendo apenas adolescentes. En el caso de Nikolai Rimski-Kórsakov (1844-1908) él estaba inscrito en el Colegio de Cadetes Navales pues desde niño quiso seguir los pasos de su hermano como oficial de la marina; Alexander Borodin (1833-1887) se graduó con honores de la Academia de Medicina de San Petersburgo en 1856 y se especializó en el área de la química, además de fundar la Escuela Rusa de Medicina para mujeres; César Cui (1835-1918), quien aprendió el oficio de la música por sus propios medios, fue un destacado ingeniero militar quien dominó la topografía y en el diseño de fortalezas militares; y Modest Mussorgsky (1839-1881) egresó de la Academia Militar de la Guardia Imperial y fue nombrado Teniente del Regimiento Preobrazhenski. Todos ellos, comandados por Balákirev, conformaron el hoy célebre Grupo de los cinco.

Al frente de estos jóvenes ansiosos por descubrir los secretos de la música, Balákirev estaba iniciando la auténtica “escuela nacionalista rusa”. Diría su amigo Vladimir Stasov (1824-1906) –uno de los más destacados defensores del nacionalismo musical- que “si Balákirev no hubiera sido el líder, educador, paladín y buen compañero… seguramente no hubiera existido una nueva Escuela rusa y se hubiera perdido mucho de la vida musical de Rusia. La importancia del rol que tuvo (Balákirev) en la evolución de la música rusa es muy grande como para excluir todas las posibles comparaciones y lo coloca en el primer lugar en la historia de la música rusa después de Glinka.”

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Mili Balákirev

Y aunque el catálogo de Balákirev es muy nutrido (dos Sinfonías, dos Conciertos para piano, uno para violín, una Sinfonietta, mucha música de cámara que incluye un Cuarteto, un Septeto y un Octeto, y una profusa colección de piezas para piano) sólo podemos estar de acuerdo con Stasov en comentar que su más elevado mérito fue la creación del Grupo de los cinco, también conocidos como “El gran puñado”.

Líneas arriba se habla de que Balákirev es el digno continuador de lo que Mijaíl Glinka (1804-1857) legó para el mundo. Al trasladarse a San Petersburgo en 1855 en busca de darse a conocer como pianista y compositor, fue que Balákirev conoció a Glinka.

De carácter decidido y con claros objetivos estéticos, Balákirev tuvo que nadar contracorriente al establecerse el Conservatorio Germano de la mano de Anton Rubinstein (1829-1894) y recibir constantes vetos a su trabajo en pro de la difusión de la música nacional local. Sin embargo, Balákirev supo acuñar una buena relación con el hermano de Anton, Nikolai (1835-1881), quien impartía cátedra –al igual que Tchaikovsky (1840-1893)- en el Conservatorio de Moscú. Precisamente por esa sana relación profesional es que Nikolai ofreció la primera audición de la versión original a piano de la Fantasía oriental, Islamey, de Balákirev en San Petersburgo el 12 de diciembre de 1869, así como recibió la dedicatoria de la partitura, considerada por muchos como una de las más virtuosas piezas para piano jamás escritas.

Islamey es la pieza más difundida de Balákirev y la que define mejor su apego por la música folclórica y por desarrollar un decantado sonido exótico, acentuado gracias a la orquestación que de ella realizó su discípulo y amigo Sergei Liapunov (1859-1924). Esta Fantasía está construida a partir de tres fuentes sonoras: la primera de ellas, una típica danza circasiana oriunda del norte del Cáucaso, es la que da título a la partitura y que el compositor escuchó en uno de sus viajes por aquella región; la siguiente se caracteriza por su ritmo vivaz y que, uniéndose a la primera, desarrollan la expresiva parte final que tiene su inspiración de una melodía que Balákirev escuchó de la voz del barítono y actor Konstantin de Lazari (1838-1903) en la casa de Tchaikovsky el mismo año en que compuso Islamey.

Los años posteriores al estreno de Islamey (que, por cierto, fue revisada en 1902) llevaron al compositor a retirarse en cierta medida de la vida social y delegó toda su confianza en su alumno Rimski-Kórsakov para que se hiciera cargo de la Escuela Libre de Música. Unos años después muchos de sus amigos y colegas lo promovieron para integrarse a la Capilla de la Corte Imperial junto con su fiel Rimski-Kórsakov como asistente. En malhadado momento, apareció el filántropo y editor Mitrofán Belyáyev (1836-1904) quien hizo una alianza con Rimski-Kórsakov para fundar los Conciertos Sinfónicos Rusos, y nombrando a este músico como el auténtico líder del movimiento nacionalista ruso. ¿Y Balákirev que tanto se sobó el lomo? Honestamente, esa ramplona puñalada trapera promovida por Belyáyev provocó el distanciamiento entre profesor y alumno, en una relación amistosa que se había expandido a lo largo de cuatro décadas. En algún momento ambos pudieron conversar y reconciliar sus afectos y respetos; pero es muy evidente que Rimski-Kórsakov “se trepó a un ladrillito” y comenzó a cometer graves errores al referirse a su maestro de manera soez a sus espaldas. La cereza del pastel ocurrió al estreno de la Primera sinfonía de Balákirev en 1898, cuando Rimski protagonizó un severo escándalo pensando en descalificar totalmente a la música de quien fuera su mentor. Eso, querido amigo lector, no se hace, y quien lo hace lo paga muy caro; el “karma” sí existe.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descargas disponibles:

MÚSICA (Versión original)

Versión: Emil Gilels, piano (grabación en concierto)

MÚSICA (Versión orquestal)

Versión: Orquesta Sinfónica Estatal Rusa. Igor Golovschin, director.