Concierto para violín y orquesta No. 1 en re mayor, Op. 6
- Allegro maestoso
- Adagio
- Rondó: Allegro spirituoso
El recuento de los grandes virtuosos de la historia de la música nos lleva a pensar en Franz Liszt (1811-1886), Anton Rubinstein (1829-1894), Frédéric Chopin (1810-1849), Sergei Rajmáninov (1873-1943) y muchos otros. Curiosamente, algunos de los antes citados se les reconocía por sus dotes interpretativas pero también por dudar de su virtuosismo natural. Así pues, se dijo que Anton Rubinstein “es el demonio mismo” y de Liszt se cuchicheaba al escucharlo que tenía relaciones satánicas. Nada de ello se ha comprobado jamás… pero las viperinas lenguas siguen gustando de ello para crear expectación alrededor de personajes tan ilustres.
El caso de Niccolò Paganini no está exento. Y el cotilleo popular crece cuando se tratan de analizar algunos factores de la forma de vida de este violinista, guitarrista y compositor: aunque tuvo profesores en su adolescencia y aprendió los oficios de la música muy niño con su padre nunca se le pudo asignar a un responsable de su virtuosismo (de hecho, cuando tuvo dos profesores en la adolescencia él ya era reconocido como un auténtico artista). Se encerraba en su domicilio y se negaba a dar clases a quien se lo solicitaba. Los muy urgidos de recibir algo de su infinito talento hacían proezas como hospedarse en cuartos contiguos en donde él se alojaba para escuchar su técnica de estudio. Pero todos quienes hicieron esto siempre se llevaron un fiasco: Paganini no estudiaba nunca. De ahí vinieron las habladurías de que tenía pacto con el Maligno y, más aún, algunos comentaban que Paganini era el diablo mismo.
Podemos continuar nutriendo la leyenda: tenía gigantescas riquezas, su figura era esquelética, de mirada penetrante, las mujeres se rendían a sus pies, se le achacó haber cometido un asesinato y que salió inexplicablemente de la cárcel, que practicaba magia negra y, en palabras de Téophile Gautier (1811-1872) “había encerrado el alma de una amante en el sonoro ataúd de su violín”.
Pero todos los mitos salen sobrando cuando somos partícipes de sus composiciones. No podemos encontrar nada diabólico en sus frescas melodías, adornadas por un lirismo encantador y con un discurso directo, sincero y sin mayores tormentas intelectuales.
Cuando Paganini tenía 27 años de edad decidió apartarse de su empleo formal en la corte de Elisa Bonaparte Banciocchi, Princesa de Lucca y Piombino (1777-1820), hermana menor de Napoleón Bonaparte (1769-1821) para lucirse como violinista virtuoso con las obras que él mismo componía para tal efecto. Así, inició sus primeras giras que le dieron el reconocimiento de toda Europa. Primero comenzó a dar recitales en el norte de Italia. Hacia 1813 triunfó en Milán lo cual le granjeó una reputación en su país natal y quince años después se había vuelto en una figura internacional. De tal suerte, los primeros Conciertos para violín que escribió para su lucimiento personal datan de 1816 el primero y de 1826 el segundo (conocido éste como “La Campanella”).
El Concierto No. 1 Op. 6 está estructurado en tres movimientos. El primero de ellos es una muestra de las gigantescas capacidades técnicas de Paganini que se escuchan cuales fuegos artificiales a lo largo de esta sección. El movimiento siguiente es muy similar a un aria bel cantista de estupendo lirismo. Aquí cabe mencionar que Paganini fue muy amigo de Gioacchino Rossini (1792-1868) quien probablemente presenció el estreno de este Primer concierto para violín en Nápoles, el 31 de marzo de 1819, pues el famoso autor de El barbero de Sevilla había estrenado en la misma ciudad, cuatro días antes de la première de Paganini, su ópera Ermione. De hecho, Rossini llegó a declarar que “si Paganini tuviera la osadía de escribir óperas, entonces todos quienes nos dedicamos a ello estaríamos en problemas.”
El movimiento final está concebido como un rondó, que se caracteriza por su deslumbrante virtuosismo con algunos pasajes interesantes que presentan armónicos dobles.
No puedo evitar concluir esta nota sobre Paganini compartiendo con usted que, a la muerte del compositor, se le negó sagrada sepultura. Su hijo Aquiles (1825-¿?) vio vagabundear el cuerpo embalsamado de su padre desde 1840 durante cinco años, negociando con las altas esferas del clero para que se le sepultara dignamente. Más aún: su violín Guarnerius fue depositado en una vitrina en Génova y existe mucha gente hasta nuestros días que temen acercársele. La primera vez que este instrumento salió de Italia, para que Salvatore Accardo (n.1941) lo tocara en una gala especial en Nueva York casi al terminar el siglo XX, se le asignó al violín un asiento de primera clase en su travesía trasatlántica por avión e iba resguardado por dos elementos de la policía italiana, por Stewart Pollens (n.1949) un destacado estudioso de los instrumentos de cuerda… ¡y un sacerdote! (no se le fuera a salir el demonio en la travesía).
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
Descarga disponible:
Niccolò Paganini: Concierto para violín No. 1
Versión: Salvatore Accardo, violín. Orquesta Filarmónica de Londres. Charles Dutoit, director.