Nació en Helsingborg, Suecia, en 1637.
Murió en Lübeck, Alemania, el 9 de mayo de 1707.
Chacona en mi menor
Transcrita para orquesta por Carlos Chávez
CARLOS CHÁVEZ
Nació en la Ciudad de México, México, el 13 de junio de 1899.
Murió en la Ciudad de México, México, el 2 de agosto de 1978.
Instrumentación: 4 flautas (la cuarta alterna con pícolo), 3 oboes (el tercero alterna con corno inglés), 4 clarinetes (el cuarto alterna con clarinete bajo), 3 fagotes, 4 cornos, 4 trompetas, 3 trombones, 1 tuba, timbales y cuerdas.
Duración aproximada: 7 minutos.
Una chacona, como lo resumió Adolfo Salazar (1890-1958) en 1946 es: “Como vocablo, quizá sea en castellano una acepción viciosa de la manera de escribirse chançona, desde el siglo XIII al XV. Pudo haber pasado el vocablo a la América Española, lo más probablemente sin baile; se bailaría allí y vendría (o iría) de retorno a España en el siglo XVI en que los músicos no la conocían todavía por tal nombre, aunque sí lo fundamental de su procedimiento de escritura, con otros títulos, entre ellos el de canzona. Avanzado este siglo o entrado el siguiente pasó el vocablo a Italia y Francia bajo el aspecto de danza. En Francia, a lo menos, se convirtió en danza de salón, de ballet y de ópera, con aquellas características, y ya sin carácter popular español. En el siglo XVII la chacona (ciaccona) es música de cámara en Italia y Francia, siempre con los caracteres de la canzona. Como danza de salón, más bien degenerada, vuelve a España y no tarda en desaparecer en este carácter.”
Lo que las investigaciones recientes arrojan es que tanto la chacona como la zarabanda (o sarabanda) son formas danzables que seguramente llegaron al Viejo Mundo importadas de la Nueva España. Aun así, hay que destacar el importante desarrollo que tuvo la forma chacona junto con su primo hermano el pasacalle (passacaglia) a mediados del siglo XVII y principios del XVIII. En este sentido, la chacona floreció como una pieza concebida sobre un bajo ostinato en compases de tres tiempos. Las chaconas para teclado (ya fuera clavecín u órgano) más célebres de ese periodo se deben a las plumas de Girolamo Frescobaldi (1583-1643), Dietrich Buxtehude, François Couperin (1668-1733), George Frideric Handel (1685-1759) y Johann Sebastian Bach (1685-1750), entre muchos otros. Y aunque la mayoría estaban pensadas en los instrumentos de teclado, Bach nos ofrendó una de sus piezas maestras en la Chacona que corona su Partita núm. 2 para violín solo.
También mencionamos aquí a Dietrich Buxtehude, un nombre que ha sido opacado por los grandes genios de la época barroca musical. Él fue uno de los organistas más destacados de su época y su puesto como organista en la Iglesia Mariana en Lübeck fue codiciado por muchos nombres célebres al acercarse su retiro. Y ha trascendido hasta nuestros días aquella “romántica” historia en la que el joven Bach solicitó licencia de varios días a uno de sus patrones para poder recorrer unos 350 kilómetros y así poder escuchar a su héroe Buxtehude tocar el órgano.
Desde el siglo XVIII ahora nos trasladamos hasta la primera mitad del siglo XX en México, con una de sus figuras capitales en la música: Carlos Chávez. Durante su gestión como director titular de la Orquesta Sinfónica de México, que creó en 1928, Chávez combinó el podio con el ejercicio de la composición, sin olvidar su magnífica capacidad de organización y gestión, sus auspiciosos viajes al extranjero y su labor como Director del Conservatorio Nacional de Música. Su catálogo de obras comenzó a nutrirse con partituras como la Sinfonía de baile Caballos de vapor (H.P.) y la Sinfonía india, pero también tuvo una especial afinidad por el ejercicio de la transcripción orquestal retomando obras de grandes maestros barrocos.
Su cercanía con la música barroca, especialmente la de Buxtehude, es palpable en este texto, de puño y letra del propio Chávez:
“En Dietrich Buxtehude culminaban gloriosamente el arte y el saber desarrollados y acumulados durante los siglos por la iglesia. En las composiciones del gran maestro de Lübeck encontramos, casi pudiéramos decir exactamente, el mismo sentido instrumental y el mismo concepto de equilibrio de sonoridades que pueda tener un gran sinfonista de hoy día. La orquesta moderna y el órgano no son siempre necesariamente equivalentes; la verdad es que, en caso dado, la orquesta puede hacer lo que el órgano y el órgano, a su vez, puede hacer lo que la orquesta. Está aquí también presente nuestra admiración al hombre, a su severidad, a su actitud reservada y tranquila ante la vida, a su impulso elevado y constructivo.”
Así fue como, al haber realizado un trabajo de orquestación de música de Antonio Vivaldi (1678-1741), Chávez se dio a la tarea de hacer una estupenda transcripción para orquesta de la Chacona en mi menor para órgano de Buxtehude en 1937 y que estrenó él mismo al frente de la Sinfónica de México el 24 de septiembre de ese año en el Teatro del Palacio de Bellas Artes.
Dos años después de la primera audición de dicha transcripción, Chávez recibió una “atenta” misiva del destacado historiador musical Herbert Weinstock (1905-1971), que decía:
“La Chacona es deliciosa, la orquestación realmente magistral, pero, como todo lo que he oído de Buxtehude, me parece que sufre por un parecido (en nuestras mentes) e inferioridad a obras similares de Bach. No puedo evitar el pensar que, en la mayor parte de los casos, la opinión del tiempo es la correcta y que -por ejemplo- la fama de Buxtehude se ha desvanecido porque, a pesar de toda su maestría de medio y técnica, en realidad no tuvo mucho qué decir.”
Y Chávez, “políticamente correcto” como siempre, pero igualmente poseedor de una fuerte personalidad, tomó papel y pluma y le contestó a Weinstock:
“No estoy de acuerdo con usted acerca de Buxtehude. Realmente creo que tenía absolutamente mucho qué decir y que tuvo buen éxito en decirlo. Es verdad, sin embargo, que siempre será un ‘precursor’ del gran Juan Sebastián (Bach).”
Así, le gustara o no a quien fuera, la emotiva Chacona en mi menor de Buxtehude obtuvo un ropaje orquestal hermoso, monumental, emotivo, noble y luminoso gracias a Carlos Chávez; y es bien sabido que, desde siempre, la consideró como una obra propia.
El fagotista e investigador Carlos Bustillo (¿? – ¿?) escribió en las notas que acompañan la grabación de la Chacona que realizó el director Eduardo Mata (1942-1995) con la Orquesta Sinfónica de Londres en 1980:
“La orquestación de Chávez […] merece calificarse como uno de los trabajos más logrados entre los muchos que se han hecho sobre la música de los maestros antiguos. Con fidelidad rigurosa, como un traductor erudito, trasladó a la orquesta sinfónica las variadas sonoridades del órgano, respetando siempre el colorido y la exquisita estructura formal de la Chacona.”
Categórico fue Chávez al escribir en 1967:
“No pretendo obtener el efecto de un órgano del siglo XVII. Tampoco imitar, con una orquesta sinfónica, lo que sucede cuando Buxtehude es tocado en un órgano del siglo XX. Simplemente quise poner a la disposición de la sala de conciertos, en nuestra propia época, una pieza de música extremadamente bella que, de otro modo, estaría confinada casi al olvido.”
Importante es decir que el año en que Chávez orquestó la Chacona de Buxtehude, también compuso sus extraordinarios Diez Preludios para piano y el muy interesante Concierto para cuatro cornos y orquesta, además de aceptar invitaciones como director huésped con las Orquestas de Cleveland, Pittsburgh, Washington, Los Ángeles y Nueva York.
JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ
P.D.- Si acaso piensa que la Chacona de Buxtehude-Chávez sólo ha sido escuchada en las salas de concierto y fonogramas, le recomiendo vea la película Arráncame la vida (2008), basada en la novela de Ángeles Mastretta (n. 1949). Ahí podrá ver y escuchar cómo esta fantástica orquestación provoca un tórrido romance entre una joven mujer reprimida y maltratada y un apasionado director de orquesta.
Descarga disponible:
Versión: Orquesta Sinfónica Nacional de México. Enrique Arturo Diemecke, director.