ALEXANDER SCRIABIN (1872-1915)

El poema del éxtasis. Cuarta sinfonía Op. 54

Alexander Scriabin

1901. El ruso Alexander Scriabin  compuso su Segunda sinfonía. Quizá, a partir de ese momento, el hombre y músico se transfiguraron en pos de una creencia filosófica y mística que influyeron de manera notable en su producción musical posterior. Todo ello es audible en su siguiente partitura, el Poema divino o Tercera sinfonía (1902-1904) en la que la búsqueda personal llevó al músico a acercarse a las obras de Nietzche (1884-1900) y encontró en la filosofía una forma de vida que –más que guiarlo- llegó a confundirlo. Así, sus preocupaciones estuvieron circunscritas a la creación de una “ópera filosófica” que nunca cuajó, además de un Misterio, pieza jamás trazada pero que Scriabin mismo explicó que sería un despliegue de todas la artes y que incluiría una estimulación para todos los sentidos. El compositor estaba tan emocionado con sus nuevas creencias que llegó a decir que, al escribir y estrenar dicho Misterio, él se convertiría en un ser absoluto de luz y conocimiento. En aquellos tiempos, Scriabin decidió dejar Rusia para cambiar de residencia en países tan diversos como Bélgica, Suiza e Italia. La “transfiguración” de este hombre lo llevó a separarse de su primera esposa (con quien procreo la bonita cantidad de cuatro hijos) y enamorarse de una joven alumna –Tatiana Schloezer- quien, según afirman algunos investigadores, sólo tuvo tiempo para alimentar el ego de su flamante marido y darle la razón de todos los proyectos metafísicos-musicales que él imaginó. El egocentrismo, imaginación puesta en asuntos casi inalcanzables y sus obsesiones personales, le condujeron en 1905 aseguir una vida totalmente perturbadora, en la cual dejó de tener como “libro de cabecera” los preceptos de Nietzche para acercarse a la teosofía. Más aún, Scriabin tomó una buena cantidad de cuadernos y los llenó con ideologías, notas y pensamientos con poca lógica y demasiada infatuada imaginación. Una de ellas fue un poema llamado El poema del éxtasis, de larguisima extensión y poca lógica:

Ahí, en los rayos de su fantasía,

Nace un mundo mágico   

De maravillosas imágenes y sentimientos.

El espíritu juguetón,

El espíritu que sufre,

El espíritu que crea dolor en la duda,

Se ofrenda al tormento del amor.

Primera página de la partitura de El poema del éxtasis de Scriabin

Esas son algunas breves líneas que (por ajustadas razones, no pueden ser citadas en su totalidad en este programa) integraron aquel Poema del éxtasis y que generó una pieza orquestal de inmensos alcances sonoros entre 1905 y 1908 y cuyo estreno ocurrió en Nueva York el 10 de diciembre de 1908 con la batuta de Modest Altschuler. Tal parece que la intención de Scriabin con este Poema del éxtasis (o Cuarta sinfonía Op. 54) él deseó propiciar el nacimiento del jamás comenzado ni diseñado Misterio que, para más señas, sería la parte medular de un festival en el que él, a manera de chamán o guía espiritual, guiaría a la humanidad toda a algún lugar de la India y donde se tocaría toda esta música en un templo erigido especialmente para ello, en la que además de los sonidos habría aromas, colores, luces, que darían sentido a la música y transfigurarían el alma. ¿Pasó todo eso? Usted que cree…

El poema del éxtasis es una pieza orquestal compleja, donde muchas de sus secciones parecen estar totalmente seccionadas y no tienen una continuidad natural entre ellas. Aún así, Scriabin creó un discurso musical pleno de fantasía, dirigido a almas cuya sensibilidad pudiera encontrar rumbo con algunas de sus anotaciones para su interpretación (“lánguido”, “soavemente”, “allegro volando”, “avec une noble et douce majesté”, “très parfumé”). Musicalmente, cuenta con pasajes notables para la flauta, la sección de cornos, las trompetas y un poderoso e inexplicable final. Es imposible imaginar lo que Scriabin tenía en la cabeza, al pensar en un piano que emitiera luces al tocar ciertas tonalidades, o bien que pudiéramos acercarnos a los aromas y sensaciones físicas gracias a un re mayor o un do sostenido menor. Aún así, y sin predicar totalmente con el “scriabinismo” se me antoja escuchar este Poema del éxtasis acompañado por los aromas de la lavanda y la manzanilla mezcladas, y con un ligero color azul a su inicio que va transformándose hasta el intenso y casi doloroso naranja del final. ¿Me estaré “scriabianizando”?

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

Descarga disponible:

 Alexander Scriabin: El poema del éxtasis

Versión: Orquesta Sinfónica de Houston. Leopold Stokowski, director

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