JOHANN SEBASTIAN BACH (1685-1750)

Suite (Obertura) orquestal No. 1, en do mayor, BWV. 1066

  • Obertura
  • Courante
  • Gavotas 1 y 2
  • Forlane
  • Minuetos 1 y 2
  • Bourrées 1 y 2
  • Passepieds 1 y 2

Es bien sabido que Johann Sebastian Bach ejerció una enorme influencia musical en diversas ciudades alemanas donde se solicitaron sus servicios. Igualmente se conoce que muchas de esas localidades contaban con extraordinarios conjuntos orquestales que estuvieron bajo las órdenes de tan célebre compositor. Sin embargo, la producción de música puramente instrumental de Bach no está en relación directa ni con su trabajo con aquellos grupos y mucho menos con otros “rubros” de su catálogo (como las Cantatas y sus obras para órgano).

Si bien Bach escribió varios Conciertos para diversos instrumentos con acompañamiento, las únicas partituras que pueden considerarse como “orquestales” están restringidas a sus seis Conciertos de Brandenburgo y las cuatro Suites.

Este último grupo también puede ser referido como Oberturas, lo cual crea definitivamente confusiones. Se dice que Bach las escribió pensando en el nombre Obertura (aunque cada una de estas cuatro partituras inicia con su consabida obertura a la francesa -como se acostumbraba desde tiempos de Jean-Baptiste Lully-). Pero también en aquellos tiempos era socorrida la composición de colecciones de piezas usualmente de carácter danzable (courante, forlane, passepied, bourrée, etc.) y que se agrupaban bajo el nombre genérico Suite. En el caso de las Suites de Bach, tal parece que así fueron tituladas hacia el siglo XIX, después de la exhumación de la mayoría de las obras de este autor. Aún así, queda claro que la intención de Bach con estas partituras es doble, y tanto las nomenclaturas de Obertura y Suite encuentran sentido y se amalgaman en una forma musical extraordinaria.

Johann Sebastian Bach

Johann Sebastian Bach

Las fechas y lugares de composición de las cuatro Suites son inciertas, aunque existen ahora las suficientes evidencias para pensar que -en las palabras de Albert Schweitzer- “las dos primeras corresponden al período de Cöthen y las dos últimas parecen haber sido escritas en Leipzig, cuando Bach dirigía la sociedad Telemann”. Efectivamente, el período de composición de las Suites 1 y 2 corre de 1717 a 1723, cuando el músico era director de música de la Corte del Príncipe Leopoldo.

En términos generales, la estructura que Bach dio a sus Suites está formada, después de la consabida Obertura a la francesa como primer movimiento, por una secuencia de movimientos dancísticos, todos ellos ornamentados a la manera barroca. Sin embargo, la instrumentación de las cuatro partituras -que siempre incluye el grupo habitual de cuerdas- se transforma de maneras distintas: en la Primera se indica la actuación de un clavecín, así como dos oboes y fagotes; en la Segunda existe una flauta solista; la No. 3 resulta suntuosa al incluir dos oboes, tres trompetas, y timbales; y la última solicita un total de tres oboes, un fagot, tres trompetas y timbales.

La Primera de las Suites cuenta con danzas que Bach no repitió en sus otras partituras del ciclo: la Courante, el Passepied y la Forlane. Ésta última merece especial comentario, ya que es de origen italiano (Forlana) y no francés como la gran mayoría de las danzas tratadas por Bach. Se dice que la Forlane “era bailada por la gente de Friuli, por dos o cuatro personas en números pares de hombres y mujeres que giran y giran saltando y moviendo los pies, sacudiéndolos con rapidez y ligereza maravillosas y que se acercan estando uno frente a la otra deteniéndose en el mismo sentido que los lleva el movimiento concertado y tomándose a veces en brazos y juntando sus cabezas como si quisieran hacer un lazo”.

Johann+Sebastian+Bach

A manera de conclusión sobre lo que son las Suites de Bach, me gustaría compartir un divino comentario del desaparecido violinista Lord Yehudi Menuhin, quien escribió lo siguiente: “Se me ha pedido que escriba unas cuantas palabras acerca de las cuatro Suites orquestales de Bach. Hubiera preferido que este examen se refiriera a la comida, porque en todo caso lo que se espera de un cocinero es que exclusivamente produzca una serie de platillos, y no palabras, puesto que las únicas palabras aceptables en boca de un cocinero son las que constituyen una receta …Por lo que toca a mi receta, la analogía culinaria más cercana es como sigue:

‘Tómese un gran pavo, rellenelo con un ganso. Rellene el ganso con un pato, rellene el pato con una gallinita de guinea, rellene la gallinita de guinea con una perdiz, la perdiz con un pichón, el pichón con una becada y la becada con un gorrión; rellene el gorrión con una aceituna. Cocínelo todo durante un equis número de horas; entonces tire a la basura el pavo, el ganso, el pato y la gallinita de guinea así como la perdiz y el pichón con la becada y el gorrión.

Sirva la aceituna.

Espero que el público se de cuenta cuan preciosa es la aceituna. Esta aceituna, que como el pez de la parábola, debe alimentar a una multitud sin cuento.

…La verdadera prueba para el festín, ultimadamente fue cuando teníamos ganas, o no, de bailar. Algunas veces nos vimos transportados a bailes de máscaras en Venecia…Otras, como en Versalles, donde bailamos un buen rato -minuetos, gavotas, etc- invitamos un grupo de campesinos para que danzaran una bourrée al estilo antiguo. En total estuvimos muy poco en Alemania y en la pompa y ceremonia de los fragmentos iniciales…’ ”.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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Johann Sebastian Bach: Suite orquestal No. 1 en do mayor BWV 1066

Versión: Orquesta Barroca de Friburgo

JOHANN SEBASTIAN BACH (1685-1750)

Fantasía y fuga en do, para órgano, BWV. 537

Orquestación de Sir Edward Elgar (1857-1934)

De las más célebres transcripciones de la música de Bach que podemos encontrar desde los albores del siglo XX se encuentra la muy conocida orquestación de la Toccata y fuga en re menor que realizó el director de orquesta Leopold Stokowski (aunque a la sombra de ella se encuentre la orquestación de Sir Henry Wood). Igualmente encontramos el Ricercare de la Ofrenda Musical que orquestó Anton Webern, mientras que su profesor -Arnold Schoenberg- transcribió el Preludio y fuga BWV 552 (llamado Santa Ana); por otro lado, el mismo Stokowski orquestó la Passacaglia BWV 582. Poco difundida, para tristeza de todos, es la Fantasía y fuga en do que tomó el inglés Edward Elgar para traducirla al lenguaje orquestal. De hecho, las Fantasías y fugas de Bach resultan ser las piezas para órgano más significativas en la escritura para dicho instrumento en la historia. Una de sus fieles representantes es la BWV 537, cuyos contrastes no dejan de asombrar por su genialidad. Por un lado, la Fantasía despliega de manera flexible y volátil un lenguaje virtuoso, mientras que la fuga -de carácter férreo- nos remite a un ambiente completamente distinto, con tintes dramáticos. Lo que consiguió Elgar con su orquestación fue una pieza meditativa, traduciendo el germen de Bach en música de gran intensidad y que se expresa en términos románticos, como ocurre en gran parte de la producción del autor de las Variaciones Enigma.

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Johann Sebastian Bach: Fantasía y fuga en do menor BWV 537 

Versión: Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Esa-Pekka Salonen, director.


Johann Sebastian Bach

Fuga (Ricercata) a 6 voci, de “La ofrenda musical”

Orquestación de Anton Webern (1883-1945)

En una dedicatoria de Bach al rey Federico el Grande de Prusia, escrita el 7 de julio de 1747, puede leerse lo siguiente:

“Mi muy afable Rey: presento a Su Majestad… una Ofrenda musical cuya parte más noble es de la propia mano de Su Majestad… Aún recuerdo hoy el muy especial favor que Su Majestad me confirió hace algún tiempo… al tocar para mí el tema de una fuga y pidiéndome amablemente que improvisara sobre ella… Entonces decidí componer sobre este verdadero tema real en una forma más seria y así permitir que el mundo entero lo conozca…”

A esas ilustres palabras, Bach adjuntó una colección de partituras conocida como Ofrenda musical que abre con un Ricercare en tres partes y cuya elaboración ante los oídos de Federico el Grande desembocó en la petición del monarca para que Bach improvisara una fuga a seis voces, labor de titanes para cualquier músico mortal con diez dedos y un par de manos. Las intenciones del rey eran precisas: quería ser testigo de lo que Bach era capaz de hacer en el clavecín.

Para salvar la real tarea con honor, Bach improvisó entonces sobre un tema propio y al regresar a casa retomó la idea del rey de Prusia para trabajar el tema real mediante una fuga para teclado en seis partes. Después de ello, Bach complementó ambas fugas con una Sonata sopr’il Soggetto Reale en trío -con flauta, el instrumento predilecto del rey- y cuatro Cánones, todos sobre el mismo tema real; además, incluyó 6 Canones Diversi Super Thema Regium, para concluir con una magnífica fuga, en el mejor estilo que podría esperarse de Bach. Dicha colección portó otro título, a manera de acróstico, que rezaba: Regis Iussu Cantio Et Reliqua Canonica Arte Resoluta, de donde la primera letra de cada palabra forma la palabra Ricercar -antigua denominación de fuga- y el acróstico significaba: “La música solicitada por el rey y el resto trabajado en arte canónico”.

Entre 1934 y 1935, unos 188 años después de que Bach presentará esta célebre colección a Federico el Grande, el compositor Anton Webern (quizá uno de los más distinguidos integrantes de la llamada Segunda Escuela de Viena) se dio a la tarea de realizar una orquestación de la monumental Fuga (ricercata) a seis voces de la Ofrenda musical de Bach. Y si el músico barroco nos mostró con su manifiesto sonoro de lo que era capaz en el caso de Webern encontramos algo similar: en esa época estaba en uno de los más altos niveles de su producción artística y de sus capacidades estéticas. Al elegir una fuga a seis voces y traducirla al lenguaje orquestal Webern dejaba clara su devoción por la antigua polifonía, y en este sentido tanto las líneas dinámicas de Bach, sus articulaciones, el fraseo motívico y graduaciones de tempi, se mostraron como elementos fundamentales de las obras dodecafónicas de Webern.

Así, este hombre consiguió una obra rica en colores orquestales, conmovedora y con un fabuloso cromatismo -obvio en los conceptos seriales de Webern- que además proviene directamente de las grandes capacidades cromáticas del Tema real original. Estoy seguro de que usted encontrará un mundo sonoro diferente y pleno de belleza al escuchar esta orquestación. Sin embargo, el ejercicio de oírlas juntas (la propuesta de Webern y la original en clavecín de Bach) nos enfrenta con algo ineludible y que día con día nos queda más claro: Bach ha sido el creador musical más vanguardista que haya visto el arte occidental.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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Johann Sebastian Bach: Fuga (Ricercata) a 6 voci de La ofrenda musical

Versión: Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Esa-Pekka Salonen, director.

JOHANN SEBASTIAN BACH (1685-1750)

Concierto de Brandenburgo No. 3 en sol mayor, BWV 1048

  • Sin indicación de tempo
  • Adagio
  • Allegro

En muchos sentidos, la historia del Concierto instrumental como lo conocemos en la actualidad vino a cambiar totalmente la cara de la música occidental, así como el desarrollo de los géneros sinfonía, sonata, fuga y muchos otros. En el sentido de la música instrumental muchos autores dieron un paso decisivo en su saludable crecimiento, poniendo su “ladrillito” en tan importante edificio musical. Los nombres de Corelli, Telemann, Scarlatti, Vivaldi y Handel, entre otros, son responsables del florecimiento del género instrumental; y también ocurrió con Johann Sebastian Bach con su grupo de seis partituras que no vinieron a darle importancia al género sino muchos años después de que fueran concebidas.

Dichas obras son los seis Conciertos de Brandenburgo, que Bach escribió para la orquesta de la corte de Cöthen (misma que también fue modelo para otras creaciones “bachianas” como las cuatro Suites orquestales y un sinnúmero de Conciertos para diversos instrumentos), y con la dedicatoria al margrave Christian Ludwig de Brandenburgo -de ahí el nombre genérico del ciclo. Sin embargo, el señalar que estas obras no fueron importantes para el desarrollo de la música instrumental en su momento no es una aberración, sino que hubieron varias circunstancias que no permitieron que estas músicas geniales vieran la luz y cambiaran el panorama, pues fueron escritas para una corte relativamente “menor” en el ámbito social y cultural de Europa, además de que el margrave de Brandenburgo (sin saber la estupidez que estaba cometiendo) prefirió guardar las partituras que con tanto cariño le había dedicado el buen Bach en un infame cajón hasta que alguien “inteligente” las desempolvara del olvido.

Manuscrito del Tercer concierto de Brandeburgo de Bach

De cualquier manera, estas seis obras geniales son un vibrante universo lleno de imaginación en la forma del concerto grosso, siguiendo fielmente los preceptos del Concierto instrumental italiano, en una estructura formada por tres movimientos (menos en el Primer concierto, que tiene más forma de Suite que de Concierto). La enorme inventiva de Bach también reside en las interesantes combinaciones instrumentales que planteó para cada pieza: en el Cuarto, por ejemplo, el grupo habitual de cuerdas y bajo continuo acompañan al violín solo y dos flautas en un discurso musical brillante y ligero en carácter; o en el Quinto, en el que Bach echa mano de una flauta transversa, un violín y el clavecín, dando como resultado en la parte de este último instrumento uno de los más importantes antecedentes para los grandes Conciertos para teclado (o piano) de todos los tiempos, especialmente por su muy elaborada cadenza.

Y sin quitar mérito a los demás Conciertos de este ciclo, es de especial mención el Tercero que fue concebido para tres grupos instrumentales que constan de tres violines, tres violas y tres violoncellos, respectivamente, además del bajo continuo. Diseñado en tres movimientos, el segundo de ellos es una suerte de experimentación en el campo de la improvisación, en el que prácticamente cualquier músico del grupo instrumental puede aportar lo que mejor le parezca, enmarcado por dos acordes del grupo de cuerdas y clavecín (por lo general, el primer violín o el clavecín hacen su improvisación, aunque a algunos grupos instrumentales prefieren obviar este acto creativo, y sólo tocan los acordes mencionados -¡qué flojos!-). Y los movimientos primero y tercero constituyen un fascinante despliegue de virtuosismo sonoro. ¿Será posible, al escuchar este Tercer concierto, recordar la definición que de él hizo una gran mujer, Tere Celis (qepd), al llamarlo “la quintaesencia del barroco”?

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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Johann Sebastian Bach: Concierto de Brandenburgo No. 3

Versión: Il Giardino Armonico. Giovanni Antonini, director


Johann Sebastian Bach

Concierto para dos violines, cuerdas y bajo continuo en re menor, BWV. 1043

  • Vivace
  • Largo, ma non tanto
  • Allegro

Es bien sabido que entre 1717 y 1723 Johann Sebastian Bach ocupó uno de los puestos más significativos en su carrera creadora: Músico de cámara en la corte de Cöthen. Y también es conocido de todos que ese período fue de gran inspiración para Bach (aunque, en realidad, el hacer y componer música era para él cosa de todos los días y en lo general sus creaciones poseyeron una invención inusitada en la música occidental). Los años que pasó en Cöthen vieron nacer algunas de sus partituras básicas: Cantatas seculares como la Cantata de Boda, la denominada Del Café, la Campesina y aquella titulada La disputa entre Febo y Pan; igualmente surgieron las cuatro Suites orquestales, los seis Conciertos de Brandenburgo, las seis Sonatas para violín y clavecín y los Conciertos que escribiera para uno y dos violines.

En las obras citadas, y de manera especial las puramente instrumentales, es notoria y absolutamente obvia la influencia de músicas y estilos “extranjeros” a la Alemania de Bach. Si he puesto un entrecomillado en aquello de “extranjeros” se debe a que difícilmente en Europa existieron barreras ideológicas (y menos artísticas) en los tiempos en que se desarrollaba el barroco musical. Esto quiere decir que las obras de autores italianos, alemanes y franceses -principalmente- viajaban por el territorio europeo de arriba hacia abajo sin mayor empacho, y era una práctica muy usual que se “prestaran” obras entre colegas con miras a adaptarlas o transcribirlas y gozar del posterior usufructo y/o venta para añadir fondos a las arcas. Todo ello es, para las demandas autorales en el orbe, un asunto que bien pudo haber costado cientos de millones en abogados, juicios y chismorreos si dichas “costumbres” barrocas hubieran ocurrido en el siglo XX. En el siglo XVIII, la hoy venerada música “de concierto” era tan común como beber vino o respirar el aire; de tal manera, las partituras pasaban de mano en mano, los estilos se imponían y luego desaparecían, músicas se fundían en unas y se engarzaban en otras más.

Bach al órgano (c.1725). Ilustración propiedad del British Museum

A lo que quiero llegar con este comentario es que la música puramente orquestal y la instrumental del lapso mencionado en específico nos revelan a un Bach más adentrado en los estilos francés e italiano que en el férreo contrapunto germano cultivado por él como elemento rigorista tratándose de la música religiosa. Por ejemplo, en los Conciertos de Brandenburgo nos adentramos en el ambiente del concerto grosso a la italiana, mientras que en las Suites orquestales el estilo que marca la pauta es el de las danzas francesas (con algunos toquecitos de la bella Italia). En lo referente al estilo italiano Bach conoció bien mucha de la música instrumental de autores como Tartini, Corelli, Albinoni y especialmente de su adorado Vivaldi, de quien también se abocó a realizar transcripciones de varios de sus Conciertos para órgano. No sorprende, después de conocer todo lo anterior, que en la obra que hoy nos ocupa -el Concierto para dos violines- habite un Bach tanto genial en el rigor de su forma como también melodista capaz y fino en la ornamentación con la frescura de la mejor orquestación italiana.

Es imprescindible añadir a dichas aseveraciones alguna otra, pero ahora de la pluma de David Ewen: “(Este Concierto) no sólo es una de las obras más exaltadas en la literatura barroca para el violín, sino también uno de los más celebrados Conciertos para dos violines de siempre.” A lo cual añadimos este otro de un comentador anónimo (supuestamente Serge Etringer -conste que SÍ doy crédito a quien lo merece-): “(En esta obra) el diálogo no tiene lugar, como uno podría esperarlo, entre los instrumentos solistas, sino entre ambos instrumentos y la orquesta.”

Ambos textos nos refieren a la capital importancia de esta partitura en términos de lucidez de conceptos y de diseño estructural. Sin embargo, los dos autores citados, otros encontrados en el camino y mi humilde opinión personal, consideran que la joya verdadera y radiante de esta música es -indudablemente- su movimiento lento: la orquesta únicamente actúa como continuo mientras los dos violines exponen un diálogo “vis a vis” (o “tête à tête”) por medio de la melodía más hermosa que Bach haya escrito, haciendo uso del cantabile all’italiana para lograr un perfecto fraseo en los instrumentos solistas. No creo equivocarme al decir que en esta sección también hay una buena carga de “pasión italiana”, especialmente a partir del comentario de un buen amigo quien no duda en definir este movimiento como “el más bello y apasionado beso que una pareja pudiera compartir”.

¿O no es así?

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ

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Johann Sebastian Bach: Concierto para dos violines BWV 1043

Versión: Alice Harnoncourt y Walter Pfeifer, violines. Concentus Musicus de Viena. Nikolaus Harnoncourt, director.